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Acorazado Pelayo, el solitario.

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La mañana del día 28 de abril de 1891 los barceloneses y todo aquel que estuviera pendiente de noticias provenientes de la mar, pudieron observar como desde los mástiles del telégrafo de Montjuich el vigía izaba las banderolas y bolas que correspondían a la llegada de una escuadra nacional. Esa mañana un espeso banco de niebla impedía atisbar cualquier buque en aproximación al puerto y además imposibilitaba una maniobra segura de entrada, el vigía dada su privilegiada situación en lo alto de la montaña pudo percibir a tres buques de guerra parados frente al puerto de Barcelona que lucían la bandera española y pudo identificarlos, estos eran el acorazado Pelayo, y los cruceros Reina Regente e Isla de Luzón.

Pelayo 02 Acorazado Marceau (Marius Bar)

A partir de las ocho y media comenzaron a entrar en el puerto los buques de guerra, comenzando por el Pelayo, diversos curiosos se dirigieron a la escollera del este para contemplar la entrada de la Escuadra española y prestaron especial atención a este nuevo visitante, esta era la primera visita del acorazado Pelayo a la ciudad Condal y nadie quiso perderse esta oportunidad.

Reina Regente 01 Crucero Reina Regente (Museo Marítimo de Barcelona)

El Pelayo quedó fondeado frente a la argolla de la escollera del Este, a su estribor fondeó el Reina Regente y el Isla de Luzón repitió la misma operación, pasando a fondear más tarde frente al embarcadero de la Paz. Finalizadas las operaciones de fondeo pasaron a bordo del Pelayo el comandante de Marina en Barcelona acompañado de su ayudante y del comandante del cañonero Pilar para saludar al comandante del acorazado el capitán de navío Antonio Terry y Ribas.

Isla de Luzon 01 Crucero Isla de Luzón (Museo Marítimo de Barcelona)

Esta Escuadra provenía de Mahón y permanecería en la ciudad Condal hasta el día 11 de mayo, su crucero los llevaría a recalar en los puertos de Tolón, La Spezia, Nápoles, Rodas, Chío, El Pireo y el puerto de Alejandría.

Durante la estancia de la Escuadra española en el puerto de Barcelona los buques de guerra estuvieron abiertos al público, al no estar atracados al muelle de punta o de costado dificultaba el acceso a los mismos, teniendo que utilizar el público todo tipo de embarcaciones para acceder a ellos. La dársena del puerto era un constante ir y venir de embarcaciones y golondrinas a y desde los buques de guerra con especial atención en el acorazado. La tarde del día 5 de mayo la banda de música del acorazado Pelayo deleitó al público con algunas piezas de Aida entre otras.

El Pelayo

La construcción del acorazado Pelayo fue promovida por el Almirante Antequera y motivada por la necesidad de defender los intereses nacionales en ultramar. El ingeniero naval francés Amable Lagane se encargó del diseño y construcción del acorazado basándose en los acorazados pre-dreadnought de la clase Marceau.

Marceau 01 Acorazado Marceau (Marius Bar)

El Pelayo fue construido por los astilleros franceses de Forges et Chantiers de la Mediterranée en La Seyne (Tolón) por un precio de 22.000.000 de pesetas sin contar con el armamento, sería botado el 5 de febrero de 1887 y entregado a la Armada el 9 de septiembre de 1888.

Pelayo 06 El Pelayo listo para su botadura (Naval Historical Center)

Para poder alcanzar por ejemplo, Filipinas, debía de transitar por el Canal de Suez, para ello el ingeniero francés dotó al Pelayo de un menor calado. Como muchos buques de guerra de la época su propulsión habría sido mixta, a vapor y a vela, el diseño original contemplaba que en su arboladura pudieran izarse velas pero se desestimó más adelante quedando tan sólo los mástiles con cuatro cofas.

Pelayo 01 Este fue el segundo buque de la Armada en llevar este nombre en honor al primer monarca del reino de Asturias Don Pelayo

Su casco disponía de un doble fondo estanco con un revestimiento interior con chapas de acero y dividido en 98 compartimientos celulares estancos y por encima del doble fondo interior, 16 de ellos trasversales aíslan perfectamente los unos de los otros. En conjunto el buque presentaba 145 células estancas que le aseguraban casi por completo contra cualquier avería que pudiera ocasionar en él la explosión de un torpedo.

Pelayo 03 Acorazado Pelayo (colección Josep de Dios)

El Pelayo desplazaba 9.900 toneladas con una eslora de 105,6 metros por 20,2 metros de manga y 7,5 metros de calado. Era propulsado por 16 calderas Niclause en 4 grupos y 2 máquinas verticales Compound con una potencia de 6.000 a 8.000 caballos a tiro forzado a dos ejes, su velocidad máxima era de 16,7 nudos y su autonomía 3.000 millas náuticas a 10 nudos. Dotación, 520 tripulantes.

Su armamento principal lo constituían enteramente piezas diseñadas por González Hontoria, estas eran 2 cañones de 32 cm. en proa y popa en torres Canet, 2 de 28 cm. en los costados, 12 de 12 cm. (seis en cada banda sin protección) y 1 cañón de 16 cm. en la parte alta de la roda, también iba equipado con cañones de tiro rápido como 13 cañones revolver de 37 mm., 3 cañones Hotchkiss de 57 mm., 4 ametralladoras y 7 tubos lanzatorpedos.

Pelayo 05 Cañón Hontoria de 32 cm. con torreta Canet (Oleguer Junyent vía Aj. de Barcelona)

Su coraza no podía ser mejor, su cinturón blindado estaba compuesta por 30 planchas de acero Schneider de 45 cm. sobre la línea de flotación y algunas variaciones en proa y popa; el grosor del acero sobre el sollado era de 2 cm. y sobre él iban atornilladas las planchas del blindaje de la cubierta con un grosor de 7 cm.; las barbetas laterales disponían de una protección de 4 cm.; La resistencia de su protección fue de sobras demostrada, durante unas pruebas de su blindaje se le dispararon diversos proyectiles con un cañón de 270 mm. de la marina francesa, las ojivas se fragmentaron al impactar con la coraza del Pelayo dejando en ella tan sólo algunas grietas.

Pelayo 04 Cañones Hontoria de 12 cm. (Museo Marítimo de Barcelona)

Una de sus primeras acciones como buque de guerra fue en Marruecos en septiembre de 1889, integrado en la Escuadra de Instrucción en aguas de Cádiz se les ordenó dirigirse a Marruecos, al Pelayo lo acompañaban el crucero Castilla y la fragata Numancia, más adelante se les unieron el crucero Isla de Luzón y la fragata Gerona.

Con el estallido de la guerra hispano-estadounidense el acorazado Pelayo fue asignado a la Escuadra de Reserva en Cádiz al mando del contraalmirante Manuel de la Cámara. Dicha escuadra estaba dividida en tres divisiones, estando el Pelayo en la Segunda División junto al acorazado guardacostas Vitoria y los cazatorpederos Audaz, Osado y Proserpina.

La misión principal de esta Escuadra de Reserva era la de acosar a las fuerzas navales norteamericanas y en especial al tráfico marítimo desde Nueva Escocia en Canadá hasta el Cabo San Roque en Brasil, sin embargo el gobierno decidió mandarla hacia Filipinas pasando por el Canal de Suez. Esta estaba compuesta por los acorazados Pelayo, el crucero Carlos V, tres destructores, dos cruceros auxiliares más tres cruceros de la Compañía Trasatlántica y dos cañoneros. Esta decisión fue un grave error ya que el canal estaba bajo control inglés y estos bajo presión norteamericana retrasaron a la flota española hasta lo indecible. Finalmente con la destrucción de la Escuadra de Cervera, la Escuadra de Reserva tuvo que volver a España.

Pelayo 07 El Pelayo en Barcelona en 1901 (Francesc Brunet vía Archivo Nacional de Cataluña)

Mostró el pabellón nacional en multitud de puertos, visitó el Pireo en 1891 en donde fue agasajado con la visita de los Soberanos griegos; en 1892 fue uno de los buques participantes en Génova de los festejos del cuarto centenario del descubrimiento de América; en 1895 junto al acorazado Infanta María Teresa y el crucero Marqués de la Ensenada para asistir a los festejos de la inauguración del Canal de Kiel; en 1901 asistió en Tolón a la visita del presidente francés Loubet y en 1903 estuvo en Lisboa para la visita del monarca inglés Eduardo VII; en 1904 viajaría a Vigo para recibir al Emperador Guillermo II de Alemania; su actividad bélica la desarrolló en Marruecos en donde sus cañones Hontoria fueron los protagonistas de diversos bombardeos a tierra en apoyo de las tropas del ejército español.

Pelayo 08 El acorazado Pelayo junto al submarino alemán UC-74 internado en el puerto de Barcelona en noviembre de 1918 (AFCEC)

En 1918 fue retirado de la Escuadra de Instrucción y al año siguiente quedó asignado como escuela de aprendices en Ferrol, en 1923 pasó a situación de desarme y causando baja el 1 de agosto de 1924 para ser desguazado en Holanda.

Pelayo 09

El Pelayo fue apodado como “el solitario” al ser el único en su clase (Museo Marítimo de Barcelona)

Esta informacion pertenece al blog https://envisitadecortesia.com/.

 

Armada

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https://www.abc.es/historia/abci-pelayo-acorazado-espanol-aterrorizo-201111220000_noticia.html

 

El «Pelayo», el acorazado español que aterrorizó a los Estados Unidos

Cuando la guerra de 1898 parecía perdida, el Gobierno tomó una decisión audaz, golpear al gigante norteamericano en su propio terreno. El fallido «contragolpe español» desató el pánico en la costa este

España estaba contra las cuerdas. A punto de perder sus últimas posesiones ultramarinas, a las puertas del «Desastre». Corría el mes de mayo de 1898. Las fuerzas del decadente imperio español combatían con suerte esquiva con las del rampante imperio yanqui. La marina estadounidense se enseñoreaba de las aguas de Cuba y en Cavite, Filipinas, las fuerzas del comodoro George Dewey desarbolaban las defensas hispanas. En tan adversas circunstancias, en el Ministerio de Marina español se ideó un arriesgado plan para tratar de revertir el curso de la guerra: golpear al enemigo en su propio territorio, enviar una flota a bombardear la mismísima costa este de los Estados Unidos.

En Norteamérica la contienda se entendía como camino de expansión, de ampliación del patrimonio. En España los círculos políticos e intelectuales creían que se luchaba por la misma supervivencia de la nación. Cuba y Filipinas no eran propiedades de España, eran parte sustancial de la misma. Lo había expresado el presidente del Gobierno, Antonio Cánovas del Castillo, en el Congreso cuando anunció que, en Cuba, España se dejaría «hasta el último hombre, hasta la última peseta». Aún sabiendo que la mermada España de finales del XIX se enfrentaba a un enemigo superior, Cánovas había dicho en 1896: «Si, desgraciadamente, un día el pueblo español creyere que la empresa (…) era superior a su conveniencia (…) yo habría dejado de ser hombre político para siempre jamás (…) acabando aquel día, probablemente, también mi vida personal». Cuba era para los españoles de entonces una cuestión de honor. Así que, imbuidos políticos y opinión pública en Madrid de una especie de espíritu quijotesco, se decidió intentar lo que la historiografía bautizó como «el contragolpe español». Mejor morir que perder la honra.

Muchas ciudades dejaron de iluminarse por temor al raid

La única esperanza pasaba por dar un puñetazo en la mesa. Bloqueadas las fuerzas navales en Cuba y debeladas las de Filipinas, el Gobierno decidió jugarse el todo por el todo en una última baza y enviar una escuadra a atacar las mismas ciudades costeras de los Estados Unidos. Sería la del almirante Manuel de la Cámara y Livemoore la encargada de ejecutar tan peligroso cometido.

 

Pánico en la costa este

La misión era de lo más comprometida. Las mejores unidades disponibles de la Armada española tendrían que atravesar las aguas del Atlántico y adentrarse en los dominios del gigante para buscarle las cosquillas en sus propias barbas. Se pretendía obligar a Washington a un repliegue de sus fuerzas y así aliviar la presión sobre Cuba y Filipinas. La idea no era ni mucho menos descabellada. Desde que conoció los propósitos del Estado Mayor español, el Gobierno norteamericano ordenó que se dejaran de iluminar las ciudades de la costa este para dificultar el temido raid hispano. El miedo se apoderó de muchos estadounidenses.

Rumbo a los Estados Unidos zarpó una escuadra en la que formaron destructores de la «Clase Furor », veloces y bien artillados: los buques «Audaz», «Osado» y «Proserpina», que prestarían escolta a los cruceros auxiliares «Patriota» y «Meteoro» y el crucero «Carlos V». Pero la estrella de la flota era el poderoso acorazado «Pelayo», principal motivo para la preocupación de los mandos militares enemigos. El «Pelayo» y el «Carlos V» superaban por sí solos en potencia de fuego y tonelaje a toda la escuadra con la que Dewey combatía en Filipinas.

Los mandos americanos temían la potencia del acorazado «Pelayo»

Las fuerzas de Cámara se dividieron en dos fracciones, una de las cuales debería navegar rumbo a Halifax, en Canadá, donde recibiría las instrucciones para lanzarse al ataque de las costas estadounidenses, con el objetivo preferente de la base naval de West Key. La segunda tendría como destino aguas brasileñas, desde las que se dedicaría a hostigar el tráfico mercante enemigo.

Trabas británicas

Pero por más que el Gobierno español quisiera en último trance recurrir a lo que le quedaba de músculo naval, lo que nunca pudo superar fue su aislamiento internacional, lo que a la postre dejó el «contragolpe español» en simple amago. Las presiones y trabas de Gran Bretaña, que no deseaba que la contienda se extendiera al Atlántico entorpeciendo la navegación comercial y puso cuantas trabas pudo en los puertos bajo su control o influencia, dieron al traste con el proyecto. Así, antes de que las armas españolas pudieran siquiera asomarse a territorio enemigo, el Gobierno recibió las noticias de la alarmante situación en Filipinas y ordenó redirigir la flota hacia el archipiélago asiático, con la esperanza de forzar unas negociaciones que permitieran conservar al menos una parte del mismo. Pero tampoco en esto se tuvo éxito. El Gobierno egipcio, títere de Londres, no permitió a los buques españoles aprovisionarse de carbón en sus puertos, demostrando de nuevo la total orfandad internacional de la causa hispana en la guerra.

Los cruceros auxiliares «Patriota» y «Meteoro» secundaban a la escuadra

Quedó así truncado cualquier servicio que pudiera prestar el «Pelayo», un navío imponente al que los mandos estadounidenses tenían enorme respeto. El historiador Pablo de Azcárate cuenta en su libro «La guerra del 98» la «gran preocupación» que causaba a Dewey la eventual llegada al escenario filipino de «un buque como el “Pelayo”, superior a todos los que él tenía bajo su mando». La soledad diplomática española impidió que pudiera llegar a tiempo al teatro de operaciones.

La que era la última esperanza española se diluyó antes siquiera de que las armas que la sustentaban pudieran trabar combate, dando sentido a la queja del diputado Francisco Romero Robledo referida a la escuadra del almirante Cervera bloqueada en el puerto de Santiago de Cuba: «Las escuadras son para combatir (…) ¿Para qué nos sirven esas máquinas infernales que tantos sacrificios han costado al país?». No hubo contragolpe para España. Lo único que la historia le tenía deparado a España era el desastre.

 

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