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Fernando Villaamil Fernández-Cueto,marino militar español, famoso por su profesionalidad y rigor, por ser el diseñador del primer destructor de la historia, por estar al mando de la primera vuelta al mundo a vela de un buque-escuela español.

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Fernando Villaamil y Fernández Cueto

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Fernando Villaamil y Fernández Cueto
Biografía

Villaamil y Fernández Cueto, Fernando. Villamil, parroquia de San Andrés de Serantes (Asturias), 23.IX.1845 – Santiago de Cuba (Cuba), 3.VII.1898. Capitán de navío, político.

Hijo de Fermín Villaamil y Cancio, de Serantes (Castropol), de familia hidalga, abogado y fogoso político dado a las venturas revolucionarias, y de Rosario Fernández-Cueto y Roza, de ilustre familia ovetense tradicionalista. Fernando fue el tercero de los ocho hijos de este matrimonio.

Entre los antepasados de Villaamil no hay marinos, pero desde la edad de once años acude a la Escuela de Náutica y Comercio de Ribadeo. A los doce años se dedica de lleno a los estudios matemáticos como vía para llegar a ser piloto. Se va a Madrid y se matricula en la academia de Manuel Becerra, cuando salen a oposición unas plazas en el Colegio Naval de San Fernando (Cádiz). Villaamil se presenta, hace los ejercicios con gran brillantez y es admitido como aspirante a la Marina de guerra, el 1 de julio de 1861.

Al ascender a guardia marina de 2.ª, el 20 de junio de 1862, embarca en la fragata Esperanza y, luego, en los navíos Isabel II y Francisco de Asís, dando comienzo sus navegaciones por las costas de España y Portugal.

Transborda al Villa de Madrid, el 2 de noviembre de 1863, y sale en este buque para Cuba fondeando en el puerto de La Habana. Allí pide voluntario para ir a la división que opera en Santo Domingo y va de transporte en el vapor Velasco para embarcar en el vapor Isabel la Católica el 8 de febrero de 1864, con el que navega por las costas de Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico y asiste a varias operaciones de guerra. Es en Santo Domingo, la inquieta isla que va y viene de la tutela española, donde recibe el bautismo de valor y de sangre, de tal modo que por su comportamiento se le concede la Cruz de Marina de Diadema Real, el 10 de octubre de 1866. En este vapor sale para la Península desde La Habana, el 4 de julio de 1864, y llega a Ferrol el 12 de agosto. Al poco, transborda al Francisco de Asís y hace algunas navegaciones por la costa de España antes de pasar a la Villa de Bilbao y de nuevo al barco anterior, para salir otra vez para Cuba, el 7 de octubre de 1865, y fondear en el puerto de La Habana el día 31. Allí continúa navegando por las Antillas, tocando Cuba Monte-Cristo y Matanzas.

Pero mientras tanto se examina a bordo y pasa a ser guardia marina de 1.ª Clase, el 24 de junio de 1865.

Un nuevo transbordo, ahora a la fragata Cortés, en la que sale para la Península haciendo guardias de oficial.

Ya en Cádiz, pasa a la fragata Esperanza, 1 de junio de 1866, y, luego, a la Tetuán, con la que hace un viaje a Vigo y otro a La Habana, donde transborda al vapor Pizarro (1867), en el que volvió a la Península, fondeando en Ferrol, el 24 de abril de 1867. En mayo se va a Cádiz de transporte en el vapor San Quintín y allí se traslada a la urca Santa María y se examina para ascender a oficial, obteniendo el aprobado. Asciende a alférez de navío, el 23 de junio de 1867, y comienza una nueva etapa de su carrera: Filipinas. Villaamil sale para Manila embarcado en la goleta Wad Ras. Pide ir allí voluntario para encontrarse con su padre, que estaba deportado en esas tierras por los moderados, por el peligro que representaba un hombre de ideas tan avanzadas. Eran en los tiempos revueltos y tumultuosos previos a la revolución septembrina en la Península,y en Filipinas asistían a conspiraciones de carácter quizá más grave. La Reina era atacada por unos y por otros y sólo coincidían en desear su marcha.

En Filipinas se siente el oleaje de estas convulsiones.

La sublevación se hace audaz, pero a él no le roza.

Villaamil navega por el archipiélago en labores de vigilancia de costas y reconocimiento de canales en la goleta Valiente (1869), en el vapor Marqués de la Victoria (1870) y en el vapor Patiño (1870), hasta que se le da el mando del cañonero Bojeador (1870), una embarcación poco más grande que una lancha. Luego manda el Arayat (1871), cañonero destinado a la División del Sur, a la escuadra que a fines de 1871 opera en aguas de Joló. Sale con su cañonero hacia la costa norte de Mindanao para impedir el paso de los piratas. Luego vuelve a las aguas de partida para ayudar al bloqueo de los puertos de Parang, Boal y Joló. Después de la campaña de Joló, asciende a teniente de navío, el 5 de abril de 1872, y se le concede la Cruz Roja de 1.ª Clase por su comportamiento. Embarca sucesivamente en la fragata Berenguela y el vapor Patiño, y en la corbeta Circe como segundo comandante y oficial de derrota.

El año 1873 trae consigo la renuncia al trono de Amadeo de Saboya. Se proclama la República y empieza el baile presidencial de las figuras más ilustres: Figueras, Pi y Margall, Salmerón, Castelar, y ante el descontento carlista, la agitación cantonal y los intentos separatistas, entra Pavía en el Congreso y la desaloja.

Villaamil embarca en el vapor mercante Pasig de Davao a Manila y allí toma la fragata Concepción y sale para España, 24 de julio de 1873. Tiene veintiocho años.

Regresa a la Península para hacerse cargo del destino de profesor en la Escuela Naval Flotante en la fragata Asturias, el 12 de enero de 1874. El ambiente político en España sigue revuelto, de tal modo que la fragata donde regresa viene con la tripulación sublevada. Cuatro meses de licencia es el premio a los seis años de lucha, y los pasa íntegramente en Madrid disfrutando de los conciertos de música y asistiendo a los teatros de zarzuela; frecuenta los cafés y va a alguna cacería. Luego sale para Ferrol a tomar posesión del citado destino de profesor, el 30 de junio de 1874, que desempeña hasta que se le destina a la isla de Cuba, el 20 de julio de 1878, con la interrupción de una licencia para disfrutar en esta isla, licencia a la que reunció más tarde, cuando ya estaba allí.

Fernando Villaamil contrae matrimonio con Julia Cancio Villota el 9 de octubre de 1876, en la pequeña iglesia de Cambre (Coruña). Hija de Mariano Cancio, hacendista, político, director del Banco de España en La Coruña y, por entonces, intendente general de la isla de Cuba. Es su madre Julia Villota Morales, hija de uno de los propietarios de una línea de barcos correo a Cuba. De este matrimonio nace solamente una niña, a la que le ponen de nombre Rosario, como su abuela.

La España política se ha aquietado un poco con la restauración de la Monarquía tradicional en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II. Termina definitivamente la guerra carlista y se ha logrado hacer una nueva Constitución con el asentimiento de casi todos los partidos. Con la normalización del funcionamiento de las cámaras, Mariano Cancio representa a Ribadeo como diputado.

Villaamil, después de entregar un proyecto de reforma de la Escuela Naval Flotante que llama la atención del Ministerio, pasa destinado al Apostadero de La Habana, al que llega embarcado en el vapor correo Habana, el 23 de agosto de 1878. Allí está ocho meses a las órdenes del capitán general de la Isla, Martínez Campos, hasta que embarca en el vapor correo Méndez Núñez para la Península, el 4 de abril de 1879, donde quedará a las órdenes del entonces ministro de la Guerra y presidente del Consejo de Ministros y, luego, del ministro de Marina. Se le concede un año de licencia, el 19 de febrero de 1880, que disfruta con una prórroga de seis meses. Con motivo del santo del Rey, obtiene la Cruz del Mérito Naval de 1.ª Clase con distintivo blanco (1882), y el 5 de abril de ese año asciende a teniente de navío de 1.ª Clase (capitán de corbeta).

Al regresar de la licencia toma el mando del cañonero Eulalia, el 14 de agosto de 1882, todavía en construcción en Ferrol, y, una vez entregado a la Armada, se traslada con él a Sevilla, donde está Isabel II con su hija del mismo nombre que el barco, y se pone a sus órdenes.

Las dos señoras van a bordo muchas veces y dan largos paseos por el Guadalquivir en el cañonero.

Destinado a la Corte, se hace cargo del destino de oficial 2.º del Ministerio de Marina, el 12 de mayo de 1884. Por entonces la Marina ha visto disminuir alarmantemente el número de barcos y los arsenales están llenos de unidades esperando la reparación o el desguace.

Villamil insiste en exponer sus ideas acerca del problema naval. Tiene la certeza de que para conservar los territorios ultramarinos es necesario disponer de una escuadra poderosa. No es un orador brillante, pero sí un expositor certero. Escribe con frecuencia en El Globo, el periódico de Castelar, aunque no deja su firma. No tiene vocación auténtica de escritor; utilizó el periódico para exponer sus planes y criticar los de los demás. Más adelante, cuando embarca por primera vez en el Destructor, le dice la Reina Regente: “Me aseguran que es usted de ideas avanzadas, Señora —declara Villaamil respetuosamente—, soy en mi carrera un revolucionario, porque quiero que la Marina responda a los sacrificios del país”. Pero no está solo en esta línea de pensamiento, es decir, hablar alto y claro sobre el estado de la flota. Entre otros, además de Villaamil, hay cuatro oficiales jóvenes cuyo nombre estaba destinado a dejar una huella indeleble en la Armada: Antonio Piñeiro, Víctor María Concas, Federico Ardois y Ramón Auñón. Este es el famoso “Pentágono” que tiene en el contraalmirante Antequera su más ardiente valedor. Quieren una Marina más numerosa, más fuerte, más eficaz. Todos están de acuerdo en que se necesitan barcos inmediatamente, que no se puede esperar a que se construyan en España, por falta de infraestructuras adecuadas, hay que comprarlos en el extranjero o encargarlos donde los hagan más rápidamente. Son conscientes de que sobre España gravita un peligro inminente. En este equipo de colaboradores, que luego lo será de Rodríguez Arias, hay dos tendencias en cuanto al tipo de buques que se deben construir: los de Antequera y sus grandes blindados y los de la Jeunne École francesa, que apuestan por las pequeñas unidades, entre otros, Villaamil.

Dentro del país se suceden los trastornos eternos. La situación, mejorada momentáneamente con el advenimiento de Alfonso XII no se ha estabilizado y vuelven las sublevaciones (1883). Ruiz Zorrilla consigue, de nuevo, complicar en sus planes a generales muy conocidos (1884). Y para colmo de inquietudes, la muerte de Alfonso XII (1885) dejando al país en el trastorno de otra Regencia. Desde el 18 de julio de 1884 hasta el 12 de julio de 1886, está al frente del Ministerio el contraalmirante Antequera, quien nombra una Comisión para la reforma profunda de la Marina y propone su Plan Naval del que sólo lograría un barco, el acorazado Pelayo, uno de los mejores de su tiempo. Luego, el conflicto de las Carolinas (1885) les da la razón a los del Pentágono.

Las ideas bullen en las cabezas de un ramillete de oficiales únicos en la historia de la Marina: Bustamante con su torpedo fijo (mina), González-Hontoria con su cañón, Isaac Peral con su submarino... Villaamil tiene también su proyecto: un barco que supere todas las deficiencias de los existentes, seguro y rápido, con la misión de servir de explorador a las grandes escuadras, que defienda a los acorazados contra los torpederos y pueda atacar por sí solo. Es un proyecto atrevido que los ingleses consideran irrealizable. Pero lo quiere ya y la autorización no llega. La fortuna le sale al encuentro, pues está al frente del Ministerio de Marina el vicealmirante Pezuela, quien le dice a Villaamil: “construya usted su destructor”. Se le nombra inspector del cazatorpedero Destructor y se traslada a Clydebank, en Escocia para hacerse cargo de las obras, el 1 de febrero de 1886, adjudicadas a los astilleros Thomson. Y se inicia con ello un calvario parecido al de Isaac Peral, llegándose a suspender los trabajos. Pero un cambio de Gobierno y el tesón de Villaamil hacen que progrese el proyecto y que el buque, el Destructor, sea una realidad y cumpla todas las expectativas, habiendo alcanzado los 22,98 nudos en pruebas. Villaamil permaneció en Escocia durante la construcción, influyó con sus ideas en la concepción del buque y fue su primer comandante. Los periódicos de la época y la prensa de todo el mundo consideraron aquello un verdadero y trascendental acontecimiento en la historia de las construcciones navales. El nombre de su inventor aparece en todos los periódicos de los países más avanzados. Las revistas técnicas, como The Engineer le dedican grandes elogios. La prueba definitiva: en la madrugada del 24 de enero de 1887 sale de Falmouth; a la mañana siguiente, día 25, a la misma hora, está a la vista de Muros, en la costa española, ante el asombro de los técnicos. Villaamil es ya comandante en propiedad de su barco, el 20 de enero de 1887, y el Destructor el origen de los llamados “destroyers”, que adoptarían todas las marinas.

Llegada la hora de entregar el Destructor, Villaamil sale de Ferrol el 5 de abril de 1888, para Cartagena acompañando a los torpederos Azor, Habana, Ariete, Halcón y Rayo cuando, a la altura de cabo Finisterre les sorprende un fuerte temporal. La zona es peligrosa para los pequeños barcos. Al Habana le explota una caldera que origina una verdadera catástrofe: casi todo el personal ha desaparecido, sólo dos personas quedan vivas, el comandante y un marinero. En una operación arriesgada, con mar y con viento, Villaamil se acerca al barco siniestrado y logra salvar a aquellos hombres.

Al enterarse de lo ocurrido, el Gobierno, de real orden, dispone la apertura del juicio contradictorio para la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando, que no llegó a concederse por haber pasado más horas de las que previene el Reglamento desde el suceso hasta la disposición. Se le compensa con la Placa de 2.ª Clase de la Orden de María Cristina y con el nombramiento de coronel de Infantería del Ejército. A su llegada al Seijo (Ferrol) con un permiso, empieza la popularidad que le llevará a representar a este distrito en las Cortes.

También está relacionado Villaamil con la compra en Inglaterra del buque escuela Nautilus. Se le había encomendado el estudio de un proyecto de reformas para la preparación de los oficiales de Marina. Villaamil consciente de que los marinos se hacen en la mar, propone que hagan largas navegaciones en buques de vela, aun cuando pudiera chocar este criterio en alguien que acababa de concebir un buque de hierro y vapor. Convencido el ministro, le hace el encargo de adquirir un barco para navegar los guardias marinas de la Marina española, al propio tiempo que se va a Inglaterra a estudiar el proyecto del Destructor. Villaamil, ya en los muelles de Londres, se fija en un clipper esbelto y airoso que lleva aparejo de fragata y casco de hierro y madera; es el Carrick-Castle, de mil setecientas toneladas, construido en Glasgow en 1866. Lo compra por menos del coste de un flete de material que acababa de adquirir España. Carga la mercancía en el barco y atraca en Cádiz con el flete, un barco y 8000 pesetas sobrantes. Quedó de base en este departamento haciendo salidas cortas, hasta que se nombra comandante a Villaamil (1892). Con ligeras reformas y un nombre nuevo este buque se convertirá en la corbeta Nautilus, la de la vuelta al mundo.

Durante su estancia en Inglaterra también se le encarga a Villaamil el estudio de la organización del Cuerpo de Maquinistas de la Marina inglesa, el 8 de febrero de 1886. A él también se debe la redacción de un nuevo Reglamento del Cuerpo de Maquinistas de la Armada española, el 27 de diciembre de 1894.

De vuelta el Destructor a Ferrol se dedica a desempeñar diversas comisiones entre las que están la ida a San Sebastián a disposición de la Reina Regente y del ministro del Ramo. Del 10 al 15 de septiembre de 1889 recorre la costa vasca y entra en Deva para recoger al exministro Juan Bautista Antequera como invitado regio. Habiendo ascendido a capitán de fragata, 10 de agosto de 1888, y una vez terminado el verano regio, hace entrega del barco y se pasa al crucero Reina Regente como segundo comandante, el 30 de febrero de 1889. Luego tomaría el mando de la fragata Almansa, el 11 de julio de 1890, buque depósito y Escuela de Marinería anclado en Ferrol, en el que estaba izada la insignia del capitán general del Departamento. Para Villaamil es como un destino de tierra, en el que permanecerá dos años.

Pero Villaamil tiene en la cabeza un sueño largamente acariciado y es hacer un viaje de circunnavegación con el buque escuela de guardias marinas. La Nautilus ya estaba en condiciones de cumplir su destino, cuando le llega un telegrama del ministro de Marina (1892) reclamando su presencia en Madrid para recibir órdenes. El almirante Beránger viaja con él a Cádiz y le hace entrega del barco, el 28 de junio de 1892, y lo que iba a ser un viaje de cuatro meses se convierte en el sueño de Villaamil. El alistamiento se hace en Ferrol y el 15 de noviembre se despide de la Reina Regente, del presidente del Consejo, Antonio Cánovas del Castillo y del ministro de Marina Beránger.

El 30 de noviembre de 1892 durante las celebraciones del cuarto centenario del descubrimiento de América, sale la Nautilus de Ferrol para hacer un viaje de circunnavegación por la derrota del cabo de Hornos y sur de Australia que durará año y medio, siendo capitán general del departamento el contraalmirante José de Carranza. Sólo un accidente empañó este periplo lleno de experiencias para los futuros oficiales.

Cuando navegaban de Lytellton a Valparaíso, uno de los gavieros que laboraban el velacho alto, pierde el equilibrio al largar los tomadores y cae a cubierta por barlovento a los pies del oficial de guardia y muere del impacto. Era cabo de Mar, había nacido en Santurce y se llamaba Esteban Letamendía. La Nautilus fondea en la Concha, en San Sebastián, el 16 de julio de 1894, después de navegar durante cuarenta mil millas por el cabo de Hornos, Río de la Plata, Puerto Rico, Nueva York, Plymouth y Brest, siendo visitados a bordo por la Reina Regente y su hijo el rey Alfonso XIII. El 11 de agosto entra la corbeta en Ferrol dando por concluido el viaje, después de año y medio de haber salido de esta ciudad. Villaamil, animado por sus amigos, escribe el Viaje de circunnavegación de la corbeta Nautilus, lleno de ideas y de comentarios comparativos acerca de las colonias inglesas y españolas; una edición que sale a la luz a finales de 1895. Por Real Orden de 20 de julio de 1894 se crea la medalla conmemorativa del viaje de la corbeta Nautilus. A Villaamil se le concede Cruz de Carlos III. Entregado el mando de este buque, pasa a Madrid a disfrutar de una licencia, el 30 de agosto de 1894, y el 28 de diciembre queda a las órdenes del ministro.

La ermita de Chanteiro (Ares, La Coruña) tiene una campana con la inscripción “Jesús, María y José, la dotación del Nautilus a la Hermita [sic] de Chanteiro.

1813”, donada por Fernando Villaamil el 21 de noviembre de 1894, probablemente como una ofrenda a la Virgen de la Merced con ocasión de su viaje de circunnavegación.

Corren días tristes para España. El horizonte ya gris se ennegrece aún más. La insurrección en Cuba se convierte en una grave amenaza por el apoyo de los norteamericanos. En Washington se propone abiertamente reconocer la beligerancia de los insurrectos y ya en tiempos del presidente Mac Kinley se produce la explosión del Maine. España se conmueve; el Gobierno toma nota e intenta comprar barcos en Italia.

Se envía a Villaamil a Inglaterra formando parte de una Comisión para encargar la construcción de barcos con destino al resguardo de Cuba.

Mientras tanto, tiene lugar el hundimiento del crucero Reina Regente en el estrecho de Gibraltar a causa de un fuerte temporal (1895). Es uno de los mejores barcos de la escuadra española. Villaamil está en Madrid a las órdenes del ministro del Ramo, estudiando y redactando el Reglamento del Cuerpo de Maquinistas, cuando se le nombra presidente de la Comisión que debía investigar las causas de la pérdida del crucero, 21 de marzo de 1895. La consecuencia es que se suspende la construcción de dos buques semejantes en Ferrol y Cartagena: el Alfonso XIII y el Lepanto.

Villaamil, ya oficial primero del Ministerio, hace un viaje a Ferrol para estudiar el crucero Alfonso XIII, y tres a Inglaterra y a Escocia en comisiones de adquisición de material flotante. A su vuelta, Su Majestad, el Rey, dispone que “sin perjuicio de tenerlo en cuenta oportunamente, se le den las gracias en su Real nombre por el servicio que acaba de hacer”, Real Orden de 10 de septiembre de 1895. Más problemas: en Cuba se ha ido a pique el Sanchez Barcáiztegui al colisionar con el Conde de la Morcuera.

Estos sucesos originan una crítica de Leopoldo Alas, en términos tan crudos que molesta a la Marina.

Interviene Villaamil, y Clarín, apadrinado por Armando Palacio Valdés y Adolfo Buylla, firma un acta en la que quedan a salvo el prestigio de la Marina y la libertad del escritor.

Villaamil, después de haber presentado la candidatura a diputado a Cortes por Castropol en 1881 sin éxito, vuelve a presentarla en la legislatura de 1896 y sale diputado por Ferrol, como también saldrá elegido en las que se celebran en 1898. Por entonces, el 27 de octubre de 1897, asciende a capitán de navío, máximo empleo que llegaría a alcanzar; iba a cumplir cincuenta y dos años de edad.

El año 1898 se presenta estremecedor. Mac Kinley quiere la guerra y no atiende a los mediadores, entre ellos el Papa. El Gobierno que preside Sagasta y tiene como ministro de Ultramar a Segismundo Moret, en cuyo grupo personal de diputados figura Villaamil, toma la medida de preparar en Cádiz una flotilla de tres torpederos y tres destructores: el Terror, Plutón, Furor, Rayo, Azor y Ariete, a los que debe acompañar el vapor mercante Ciudad de Cádiz. Villaamil pide el mando y se lo da el de jefe de la 1.ª División de destructores y torpederos, el 16 de febrero de 1898.

El Rey y la Reina le despiden en Madrid con un almuerzo.

Ella le entrega un retrato suyo con una dedicatoria que dice “Dios le proteja en su viaje”. La escuadrilla zarpa de Cádiz y, después de carbonear en el Puerto de La Luz (Las Palmas) se dirige a Cabo Verde el 18 de abril. España declara la guerra a Norteamérica el 24 de abril y Cervera recibe órdenes de dirigirse a las Antillas y devolver a la Península los tres torpederos y el vapor Cádiz, por tener las calderas en mal estado. Los destructores pasan a formar parte de la escuadra y Villaamil, sin reponsabilidades concretas, tiene que meterse en el Oquendo de transporte mientras cruza el océano. Pudo volver a Cádiz, pero, consciente del desastre, prefirió correr la suerte de los demás. Después de innumerables tropiezos con el problema del carbón, entran en Santiago de Cuba sin ser vistos por la flota norteamericana el 19 de mayo de 1898. Amanece el 3 de julio de 1898. La escuadra tiene órdenes de salir sin más dilaciones. La flota enemiga bloquea el puerto. El Infanta María Teresa sale en cabeza y hace de blanco para que los demás buques puedan escapar. Villaamil sale en el Furor, a mil metros del Oquendo y detrás del Plutón. Se ve solo en la mar y pone proa al Indiana, a toda máquina, pero el acorazado destroza al destructor con varios impactos de su artillería, dejándolo sin gobierno y con una vía de agua que inundaba la popa y la cámara de máquinas.

Villaamil ordena el abandono del buque y se queda a bordo, hundiéndose con el barco, ya muerto por una granada.

Fernando Villaamil era un marino de guerra entregado a la práctica profesional, pero al mismo tiempo era un intelectual amante de los libros y de la especialización científica. Trató de utilizar la política para promover su idea de la Marina de Guerra. En su Hoja de Servicios puede leerse: “El 3 de julio de 1898 asistió al combate naval que en aguas de Santiago de Cuba se libró entre la escuadra española y la americana, falleciendo en él a bordo del Furor”.

Se le concede la Cruz Laureada de San Fernando de 2.ª Clase, a título póstumo, con dos mil pesetas de pensión para su viuda y su hija, el 8 de febrero de 1901. En 1902 se colocó en la iglesia de San Andrés de Serantes, su pueblo, una lápida con su busto, laureles, robles, emblemas militares y calabrotes que recuerda su memoria. Otra lápida ocupa su lugar en el Panteón de Marinos Ilustres, en San Fernando (Cádiz).

Un monumento en el Parque de Castropol (Asturias), mirando al mar, obra del escultor ovetense Cipriano Folgueras, también le recuerda desde 1912.

Capitán de navío Fernando Villaamil Fernández-Cueto

Serantes, 23 de noviembre de 1845 — Santiago de Cuba, 3 de julio de 1898

 

Fernando Villamil Fernández-Cueto, Fernando Villaamil Fernández-Cueto

 

 
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Fernando Villaamil nació en la casa solariega de Villaamil en el lugar homónimo de Villamil en Serantes el 23 de noviembre de 1845. Tercero de los hijos de Fermín Villaamil Cancio (1820-1895) y María del Rosario Fernández-Cueto y Roza. Fue bautizado en la iglesia de San Andrés de Serantes el 24 de noviembre de 1845 como Fernando Crisógono, siendo párroco Inocencio Penzol Labandera.

Su padre, abogado, gastó todo su patrimonio en interminables pleitos y una agitada vida política. Por lo que Fernando hubo de vivir el proceso de decadencia y pérdida de la casa solariega y todas las posesiones familiares. Parece que aquella debacle, que daba al traste con una historia familiar de casi mil años, le marcó durante toda su vida, creándole respecto a su tierra natal un complejo sentimiento en el que pesaban tanto el amor como la amargura.
 

 

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Edificación existente actualmente en el lugar donde se encontraba la casa solariega de Villaamil, que fue derribada a finales del s. XIX por sus nuevos propietarios.

 

 

Infancia y estudios

Pasó su infancia en Serantes, donde inició sus primeros estudios en la escuela parroquial. Sus amigos de la infancia le describían como un niño estudioso y algo huraño.

Más adelante se trasladó a Oviedo con su padre para iniciar los estudios de segunda enseñanza.

Hacia 1856 deja Oviedo y vuelve a Serantes para estudiar náutica en la Escuela de Náutica y Comercio de Ribadeo. Recorría a pie los 5 km que separan la casa de Villaamil del puerto de Figueras, donde tomaba una lancha de pasaje para cruzar la ría del Eo hasta Ribadeo. La vuelta, casi siempre de noche, solía hacerla en compañía de varios amigos.

En esta época hubo de vivir el comienzo de la ruina económica familiar, debido a que su padre dilapidaba su capital y rentas en pleitos estériles con los vecinos de sus propiedades y en una exacerbada actividad política.

Continuó sus estudios de náutica en Oviedo y en Madrid.

 

Inicio de su carrera militar y matrimonio

El 1 de julio de 1861, con sólo 16 años, logró ingresar en el Colegio Naval de San Fernando de la Armada, dando con ello comienzo a su carrera como marino.

El 20 de junio de 1862 asciende a guardia marina de 2ª, y embarca en la fragata Esperanza y, luego, en los navíos Isabel II y Francisco de Asís, dando comienzo sus navegaciones por las costas de España y Portugal.

El 2 de noviembre de 1863 es destinado a la fragata Villa de Madrid. En este buque parte para Cuba, fondeando en el puerto de La Habana. Allí pide ir como voluntario a la división que opera en Santo Domingo, y va de transporte en el vapor Velasco para embarcar en el vapor Isabel la Católica el 8 de febrero de 1864, con el que navega por las costas de Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico y asiste a varias operaciones de guerra. En Santo Domingo recibe el bautismo de fuego.

Estando embarcado, se examina a bordo y el 24 de junio de 1865 pasa a ser guardia marina de 1ª clase.

 

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El 4 de julio de 1864 parte desde La Habana en el vapor Isabel la Católica, llegando a Ferrol el 12 de agosto. Al poco, embarca en el Francisco de Asís y hace algunas navegaciones por la costa de España antes de pasar a la Villa de Bilbao y de nuevo volver al Francisco de Asís, para salir otra vez para Cuba, el 7 de octubre de 1865, y fondear en el puerto de La Habana el día 31. Allí continúa navegando por las Antillas, tocando Cuba, Monte-Cristo y Matanzas.

El 10 de octubre de 1866 se le concede la Cruz de Marina de Diadema Real por su comportamiento.

Es destinado a la fragata Cortés, en la que parte para la Península haciendo guardias de oficial. El 1 de junio de 1866, ya en Cádiz, pasa a la fragata Esperanza y luego, a la Tetuán, con la que hace un viaje a Vigo y otro a La Habana, donde transborda al vapor Pizarro, en el que volvió a la Península, fondeando en Ferrol, el 24 de abril de 1867.

En mayo viaja a Cádiz de transporte en el vapor San Quintín y allí se traslada a la urca Santa María y se examina para ascender a oficial. Toma posesión como alférez de navío el 23 de junio de 1867.

Es destinado en Filipinas. Parte para Manila embarcado en la goleta Wad Ras. Navega por el archipiélago en labores de vigilancia de costas y reconocimiento de canales en la goleta Valiente (1869), en el vapor Marqués de la Victoria (1870) y en el vapor Patiño (1870). Hasta que se le da el mando del cañonero Bojeador (1870), una embarcación poco más grande que una lancha. Luego manda el Arayat (1871), cañonero destinado a la División del Sur, a la escuadra que a fines de 1871 opera en aguas de Joló. Sale con su cañonero hacia la costa norte de Mindanao para impedir el paso de los piratas. Luego vuelve a las aguas de partida para ayudar al bloqueo de los puertos de Parang, Boal y Joló. Después de la campaña de Joló, asciende a teniente de navío, el 5 de abril de 1872, y se le concede la Cruz Roja de 1ª clase por su comportamiento. Embarca sucesivamente en la fragata Berenguela y el vapor Patiño, y en la corbeta Circe como segundo comandante y oficial de derrota.

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La fragata Berenguela en la inauguación del canal de Suez en 1865.

 

 

En julio de 1873 embarca en el vapor mercante Pasig de Davao a Manila, y allí toma la fragata Concepción y sale para España.

Regresa a la Península el 12 de enero de 1874 para hacerse cargo del destino de profesor en la Escuela Naval Flotante en la fragata Asturias, fondeada en el arsenal de El Ferrol. El ambiente político en España sigue revuelto, de tal modo que la fragata donde regresa viene con la tripulación sublevada. Cuatro meses de licencia es el premio a los seis años de lucha, y los pasa íntegramente en Madrid disfrutando de los conciertos de música y asistiendo a los teatros de zarzuela; frecuenta los cafés y va a alguna cacería. Luego sale para Ferrol a tomar posesión del citado destino de profesor, el 30 de junio de 1874, que desempeña hasta que se le destina a la isla de Cuba, el 20 de julio de 1878, con la interrupción de una licencia para disfrutar en esta isla, licencia a la que reunció más tarde, cuando ya estaba allí.

En 1876 se casó con Julia Cancio Villota —hija de Mariano Cancio Villaamil, pariente de cuarto grado, hacendista, político, director del Banco de España en La Coruña y, por entonces, intendente general de la isla de Cuba— en Cambre (La Coruña), con quien tuvo una única hija, Rosario Villaamil Cancio; casada a su vez con con Carlos Pérez Acebal, quienes tuvieron a su vez una única hija: Carmen Pérez Villaamil.

Después de entregar un proyecto de reforma de la Escuela Naval Flotante que llama la atención del Ministerio de Marina, pasa destinado al Apostadero de La Habana, al que llega embarcado en el vapor correo Habana, el 23 de agosto de 1878. Allí está ocho meses a las órdenes del capitán general de la Isla, Martínez Campos, hasta que embarca en el vapor correo Méndez Núñez para la Península, el 4 de abril de 1879, donde quedará a las órdenes del entonces ministro de la Guerra y presidente del Consejo de Ministros y, luego, del ministro de Marina. Se le concede un año de licencia, el 19 de febrero de 1880, que disfruta con una prórroga de seis meses.

 

 

Candidato a diputado por Castropol

En 1881 se presentó a las elecciones a diputado a Cortes por la circunscripción de Castropol por el Partido Demócrata Progresista. Enfrentándose a Dionisio Pinedo, candidato del cacique conservador Antonio Villamil y su sobrino Everardo, quienes a su vez eran los hombres de confianza sobre el terreno en Castropol y Vegadeo de Alejandro Pidal y Mon.

Fernando Villaamil no logró ser elegido tras un cúmulo de trampas y desafueros de sus adversarios que fueron descritos así muchos años después por Jesús Villaamil Lastra (marido de su prima segunda Juana Cancio Menéndez de Luarca):

 

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Publicado en 1912 en un número extraordinario del periódico Castropol dedicado a la memoria de Fernando Villaamil.

 

 

Según Miguel Ángel Serrano Monteavaro, Fernando Villaamil decidió retirar su candidatura en protesta por estas irregularidades. Fue sustituido por Eugenio Montero Ríos, que fue el realmente derrotado en las elecciones que tuvieron lugar el 21 de agosto.

 

 

 

Continuación de su carrera militar y al servicio de Isabel II

Con motivo del santo del Rey, obtiene la Cruz del Mérito Naval de 1ª clase con distintivo blanco (1882), y el 5 de abril de ese año asciende a teniente de navío de 1ª clase (capitán de corbeta).

El 14 de agosto de 1882 toma el mando del cañonero Eulalia, todavía en construcción en Ferrol, y, una vez entregado a la Armada, se traslada con él a Sevilla, donde está la reina Isabel II, y se pone a sus órdenes. La reina y su hija la infanta Eulalia van frecuentemente a bordo, utilizando el barco para dar largos paseos por el Guadalquivir.

Posteriormente es destinado al Ministerio de Marina en Madrid.

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Cañonero Eulalia.

 

 

 

En 1883 asesora al diputado por Asturias José María Cerelluelo en la preparación de un discurso ante el Congreso sobre la mejora de la Armada.

 

 

El Destructor

En aquel tiempo era preocupación de las marinas la neutralización de la amenaza que presentaban los barcos torpederos, por lo que se empezó a trabajar en el diseño de buques rápidos que pudieran destruirlos. En la década de los 1880 se comenzaron a construir los primeros buques contratorpederos casi siempre en el Reino Unido, aunque algunos fueron por encargo de marinas extranjeras. En 1884 se construye el HMS Swift (TB81) y en 1885 se comienza el Kotaka para Japón, precursores de los destructores que vendrían después.

 

Fernando Villaamil, que estaba muy a la cabeza en cuanto a tecnología naval, tuvo en cuenta estas ideas y desarrollos cuando, por encargo del ministro de Marina, diseñó un proyecto y solicitó a varios astilleros británicos propuestas de construcción de un nuevo buque contratorpedero.

En 1885 fue elegida la presentada por los astilleros de James & George Thomson de Clydebank (Escocia) y el nuevo buque, bautizado Destructor fue entregado formalmente a la Armada española el 19 de enero de 1887 en medio de la expectación de todos los medios náuticos europeos y tomando el mando el propio Fernando Villaamil.

Durante su estancia en Inglaterra también se le encarga a Villaamil el estudio de la organización del Cuerpo de Maquinistas de la Marina inglesa, el 8 de febrero de 1886. A él también se debe la redacción de un nuevo Reglamento del Cuerpo de Maquinistas de la Armada española, el 27 de diciembre de 1894.

 

 

 
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Publicado en La Correspondencia de España el 7 de noviembre de 1895.

 

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El Destructor.

 

 

Cinco días más tarde, el barco, que en las pruebas en mar había alcanzado una velocidad de 22,5 nudos, zarpó de Falmouth para España. Menos de 24 horas después el Destructor esta frente a la costa gallega, habiendo hecho una media de 18 nudos a través de una mar muy mala. En un solo día, pues, todas las dudas sobre las cualidades marineras del nuevo barco quedaron despejadas para siempre, y Fernando Villaamil pudo sentirse plenamente orgulloso de su creación.

El diseño del Destructor influyó decisivamente en el de posteriores barcos construidos para otras armadas, entre ellas la británica y a partir de entonces la reputación profesional de Villaamil alcanzó niveles internacionales. En España, además, Villaamil alcanzó fama y popularidad, y él y su Destructor se convirtieron en el centro de atención en todos los puertos que visitaron.

 

 

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La corbeta Nautilus y la vuelta al mundo a vela

 

Fernando Villaamil propugnaba que los alumnos de la armada española recibiesen parte de su formación en buques a vela y empleando las maneras tradicionales de navegar. Mientras estaba comisionado en Inglaterra con el encargo de diseñar, contratar y supervisar la construcción del Destructor, se le encomendó también la adquisición de un buque que reuniera las características adecuadas para cumplir la misión de buque escuela.

En 1886 Fernando Villaamil compró por 60.000 pesetas el viejo clíper Carrick Castle, construido por los talleres de John Elder en 1866. El precio pagado por su compra, era inferior al coste del transporte a España de unos suministros adquiridos también por Fernando Villaamil para las defensas submarinas, que fueron transportados en el Carrick Castle, por lo que la compra del barco supuso un ahorro.

En 5 abril de 1888, Villaamil zarpa de Ferrol a bordo del Destructor, rumbo a Cartagena, al mando de una flotilla compuesta por los torpederos de alta mar Habana, Ariete, Azor, Halcón y Rayo. Al doblar Finisterre, y en pleno temporal, estallan las calderas del Habana. Villaamil organiza el salvamento de la dotación superviviente y del propio buque siniestrado, operación que resulta un éxito. Con motivo de estos hechos es propuesto para la Cruz Laureada, pero al no haberse presentado la documentación dentro de los plazos reglamentarios, el expediente es archivado.

En Julio de 1889 ascendió a capitán de fragata, pasando el siguiente año 1890 destinado al mando de la fragata Almansa con base en Ferrol.

En 1891 Antonio Maura requirió la colaboración de Villaamil para preparar su campaña parlamentaria sobre la Armada.

En 1892 Villaamil logró que el ministerio de Marina aprobara, dentro de las celebraciones del IV centenario del descubrimiento de América, un proyecto largamente propugnado por él: un viaje de circunnavegación a vela, como aprendizaje de los guardiamarinas de la Armada. El 30 de noviembre, la corbeta Nautilus dejaba Ferrol con Villaamil al mando para dar la vuelta al mundo con una tripulación en la que eran mayoría los gallegos y asturianos, provistos de gaitas para endulzar la larga ausencia. Las Palmas, Bahía, Ciudad del Cabo, Puerto Adelaida, Sidney, Port Lyttelton, Valparaíso, Montevideo, San Juan de Puerto Rico, Nueva York, Plymouth y Brest fueron las principales escalas de aquel crucero, que terminó un radiante domingo día del Carmen de 1894 en La Concha de San Sebastián.

 

 

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La vuelta al mundo con la Nautilus incrementó aún más la popularidad de Villaamil, a lo que contribuyó la publicación por su parte de la historia del viaje en un libro, «Viaje de circunnavegación de la corbeta Nautilus», en el que relataba los acontecimientos de la navegación junto con sus reflexiones, principalmente sociales y económicas, sobre todo lo visto en las tierras visitadas. Especialmente estremecedoras resultan las palabras que escribió tras visitar los arsenales de la marina de guerra estadounidense en Filadelfia, en los que en diversos grados de armamento se encontraban dos acorazados y tres cruceros:

 

 

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Fernando Villaamil no podía saber entonces que el destino le reservaba una cita fatal, en el corto plazo de cuatro años, con aquellas impresionantes máquinas de guerra; cita en la que resultarían aniquilados él, muchos de sus compañeros de armas, todos sus barcos y las últimas posesiones del imperio español.

Ya terminada la vuelta al mundo, el 6 de agosto de 1894 navegó con la Nautilus desde San Sebastián a El Ferrol pasando frente a Serantes y la casa solariega de Villaamil en la que nació y se crió. A continuación se transcriben las únicas palabras que posteriormente anotó sobre esa jornada de navegación en su libro «Viaje de circunnavegación de la corbeta Nautilus», y que dejan entrever la amargura hacia su tierra y su casa natal, que habían sido dilapidadas por su padre:

 

 

 

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Informe acerca de las causas probables de la pérdida del crucero "Reina Regente"

 

El 9 de marzo de 1895 el crucero protegido Reina Regente, al mando del capitán de navío Francisco Sanz de Andino, zarpó del puerto de Cádiz con destino al de Tánger, llevando a bordo una embajada marroquí. El mismo día al anochecer llegó a la rada de Tánger, donde fondeó bastante lejos del muelle.

Por la mañana del día 10 se desembarcó la citada embajada. Reinaba desde primeras horas de la mañana viento del suroeste, que aumentaba de fuerza por momentos, recalando mar del oeste. A las 10 de la mañana, cerrado ya el puerto a causa del mal tiempo y estado de la mar, el Reina Regente levó anclas y, después de doblar el muelle viejo, se dirigió a la mar poniendo proa hacia el noroeste. O sea, rumbo para ir a Cádiz.

A unas tres millas de la costa el buque se paró. Parte de los tripulantes se dirigieron a la toldilla, descolgando por la parte de la aleta de babor algo parecido a un buzo. A la media hora de estar así el buque, se volvió a poner en movimiento navegando hacia el norte. Estas obervaciones fueron realizadas con un anteojo por el primer dragomán de la legación francesa en Tánger desde su casa situada en Marshan.

Fue visto por última vez desde Tánger a las 10:45 de la mañana. A las 2 de la tarde, tras una fuerte bajada del barómetro por la mañana, se dejó sentir en Tánger un viento huracanado y un muy mal estado de la mar.

 

 

 
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El crucero protegido Reina Regente.

 

El Reina Regente fue visto por los vapores Matheus y Mayfield. Este último lo vio por última vez a las 12 del medio día aproximadamente a 12 millas del cabo Espartel (en Marruecos, al oeste de Tánger) en una posición más o menos intermedia entre este cabo y el de Trafalgar (al sur de la ciudad de Cádiz, entre Barbate y Conil de la Frontera en la provincia de Cádiz). Esta posición corresponde, más o menos, con el extremo oeste del estrecho de Gibraltar. El capitán del Mayfield (que se dirigía hacia el estrecho de Gibraltar con destino a Génova) declaró no haber notado avería en el Reina Regente, si bien se balaneceaba mucho.

Sobre las tres de la tarde, varios campesinos de Bolonia (provincia de Cádiz) afirmaron haber visto un buque atravesado a la mar y luchando con el temporal. La zona en que calcularon que debió hundirse —que resultó ser de mucho fondo— fue explorada sin resultado alguno por la Armada.

Otras noticias de Bolonia afirmaron haber oído cañonazos durante la noche del 10 al 11 de marzo, si bien estas informaciones nunca pudieron ser confirmadas.

Entre el 13 de marzo y el 24 de junio de 1895 se encontraron objetos pertencientes al Reina Regente en playas de la provincia de Cádiz, de Málaga (Estepona), la isla de Alborán y África (Alhucemas y Sidi Ferruch, este último a 25 km al oeste de Argel).

El Ministro de Marina, José María Beránger, ordenó mediante Real Orden de 29 de marzo de 1895 al capitán de fragata Fernando Villaamil y al ingeniero naval jefe José Castellote la redacción de un «Informe acerca de las causas probables de la pérdida del crucero "Reina Regente"».

 

 

El informe fue leído el 5 de febrero de 1896 en junta extraordinaria de generales formada por el citado ministro y los vicealmirantes Ramón Topete, Carlos Valcárcel, Eduardo Butler e Ignacio García de Tudela, los contraalmirantes Fernando Martínez y Segismundo Bermejo, el inspector de ingenieros Casimiro de Bona y los capitanes de navío Patricio Montojo y Antonio Terry. Todos ellos dieron su conformidad con el informe.

El informe valora diferentes posibilidades: colisión con otro buque, choque o varada con alguno de los escollos o bajos cerca de la costa, falta de estabilidad para navegar en condiciones tormentosas y una serie de averías que le hicieran perder sus condiciones marineras. De todas ellas considera como más probable que el súbito temporal sorprendiera a la dotación del buque, y que no les diera tiempo a cerrar las escotillas, gateras y rejillas ni las puertas estancas. Al navegar a una elevada velocidad, el buque pudo embarcar una gran cantidad de agua por su proa y el costado de babor (pues otros capitanes anteriores del buque ya habían notado cierta inestabilidad al navegar con mala mar a gran velocidad); inundándose las cubiertas y los compartimentos de proa. Una vez que la sala de máquinas se inundara (con el consiguiente pánico y desorden entre los marineros y tripulantes que se encontraran en ella) —o bien tras una avería de las máquinas o el timón, lo que explicaría la parada que realizó a la salida de Tánger descolgando un buzo—, el buque habría quedado sin gobierno.

 

 
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El informe considera verosímil que el Reina Regente fuese el buque que algunos habitantes de Bolonia vieron naufragar cerca de aquella costa.

 

 
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Fuente: «Informe acerca de las causas probables de la pérdida del crucero "Reina Regente"», Fernando Villaamil y José Castellote.

 

Parece que lo lógico y natural hubiera sido que la elaboración del informe se hubiera encargado a un marino cuya graduación fuera como mínimo la de capitán de navío por dos motivos:

  • En la armada española el mando de los cruceros acorazados y los cruceros protegidos (que eran los buques mayor tamaño y potencia de fuego con que contaban todas las armadas de la época) correspondía, excepto en circunstancias extraordinarias, a un capitán de navío. Y no a un capitán de fragata, rango inmediatamente inferior a capitán de navío. Parece que lo normal hubiera sido haber encargado el informe a un marino que estuviera profesionalmente cualificado y habilitado para el mando del barco que era objeto de estudio en el informe.
  • Aunque el informe no tenía por objeto la determinación de responsabilidades, sí analizaba las decisiones que tomó o pudo haber tomado el capitán de navío que, en el ejercicio de sus competencias y su categoría profesional, estaba al mando del buque. En principio no parece razonable encomendar esa tarea a un militar de menor graduación.

Tanto la elaboración del informe como la elección de Fernando Villaamil, que en aquel momento era capitán de fragata, fueron decisiones personales del ministro de marina que no obedecían ni daban cumplimiento a ningún mandato legal ni reglamentario. No consideramos casual, gratuita ni desinformada la elección de Fernando Villaamil, sino una muestra del gran prestigio profesional que ya tenía en la Armada.

El informe elaborado por Villaamil y Castellote se considera de una altísima calidad técnica.

 

Actividad política y continuación de su carrera militar

 

En las elecciones de abril 1896 se vuelve a presentar a diputado a Cortes. En esta ocasión por el partido liberal y por la circunscripción de El Ferrol, y teniendo como rival a Pablo Iglesias (fundador del PSOE) al que derrota electoralmente logrando la elección.

En 1897 ascendió a capitán de navío. Y en marzo de 1898 revalidó su elección como diputado por El Ferrol, nuevamente venciendo a Pablo Iglesias como rival electoral y usando el eslogan «Villaamil, el candidato del pueblo».

Ese mismo año 1898 cesó a petición propia como diputado y se reincorporó a la Armada debido al inicio de hostilidades con los Estados Unidos en la isla de Cuba.

Al mismo tiempo que solicita reincorporarse a la Armada presenta al ministro de Marina, almirante Ramón Auñón y Villalón, un plan de operaciones basado en los destructores.

 

 

La guerra hispano-estadounidense

 

En 1898 Estados Unidos ordenó a su flota del Pacífico que se dirigiera a Hong Kong e hiciera allí ejercicios de tiro hasta que recibiera la orden de dirigirse a las Filipinas y a la Isla de Guam. Tres meses antes se había decretado el bloqueo naval a la isla de Cuba sin que mediara declaración de guerra alguna.

El 15 de febrero explotó en el puerto de La Habana el acorazado Maine de Estados Unidos, que se hallaba en Cuba en una visita antidiplomática de provocación que no había sido anunciada previamente. La explosión fue provocada deliberadamente por sus propios tripulantes, que se encontraban en tierra en una fiesta ofrecida por los españoles a pesar del bloqueo naval y del insultante comportamiento estadounidense. Estados Unidos acusó a España de la explosión y casi de inmediato declaró la guerra con efectos retroactivos al comienzo del bloqueo. Las tropas de Estados Unidos rápidamente arribaron a Cuba.

 

 

El 1 de mayo, la flota del Pacífico de Estados Unidos se enfrentó en batalla naval a la flota española de Filipinas. En aquel momento muy pocos creían que un país como Estados Unidos, que hasta aquel momento no había tenido Armada ni había librado nunca una guerra fuera de sus fronteras, pudiese derrotar a la Armada española, considerada una de las mejores del mundo. Sin embargo, el elemento sorpresa, las naves nuevas y los planes específicos previamente organizados favorecieron a los Estados Unidos. La escuadra española de Filipinas, bajo el mando del almirante Montojo, fue totalmente destruida en el llamado desastre de Cavite.

En España se decidió el envío a Cuba de otra flota de la Armada, al mando del almirante Pascual Cervera Topete. La flota estaba formada por el crucero acorazado Cristóbal Colón y los cruceros protegidos Infanta María Teresa, Vizcaya y Almirante Oquendo, así como tres contratorpederos o destructores: Terror, Furor y Plutón. El Terror tuvo que quedar en Puerto Rico por una avería, donde llegaría a combatir contra Los cruceros auxiliares USS St. Paul y USS Yosemite.

Fernando Villaamil estaba considerado uno de los mejores expertos mundiales en este tipo de barcos, creados por él mismo.

A priori, el rango de Fernando Villaamil (capitán de navío, categoría inmediatamente inferior al de contraalmirante) no encajaba de forma evidente dentro de la organización y la cadena de mando de los distintos tipos de barcos que componían la flota, por lo que de haberlo deseado hubiera podido quedarse en España. Sin embargo, prefirió unirse a la flota de Cervera. Se le concedió el mando de la 1ª División de Destructores (formada por el Furor, el Terror y el Plutón), incorporándose a la Escuadra del Almirante Cervera y viajando a Cuba a bordo del crucero Almirante Oquendo.

En el crucero Almirante Oquendo servía como guardamarina el castropolense Ramón Navia-Osorio y Castropol, que era hijo del marqués de Santa Cruz de Marcenado, y que años más tarde en 1918 sería diputado a Cortes por el distrito de Castropol. De modo que Fernando Villaamil debió compartir con él la travesía transoceánica en el mismo barco.

 

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Estados Unidos, por su parte, envió dos flotas a Cuba bajo el mando del almirante Sampson. En su conjunto, ambas flotas eran claramente superiores militarmente a la española. Sin embargo, tenían la prohibición de enfrentarse por separado a la escuadra española, pues ésta estaba considerada una de las mejores flotas de su tiempo.

 

 

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Pese a las soflamas lanzadas por la prensa española y el ánimo exaltado de la clase política, que unánimemente esperaba una aplastante victoria militar frente a Estados Unidos; el almirante Cervera, Fernando Villaamil y muchos marinos españoles eran plenamente conscientes de que se enfrentarían a un enemigo claramente superior, con el consiguiente sacrificio inútil de las fuerzas navales españolas y las vidas de cientos de hombres.

A su llegada a Cuba, la flota española permaneció atracada en el puerto de Santiago evitando el combate en mar abierto con las flotas estadounidenses. Cervera estaba convencido de la imposibilidad de su escuadra de mantener un enfrentamiento directo con los estadounidenses, dada la manifiesta inferioridad de sus barcos, y se resistía a salir de la seguridad del puerto.

 

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Villaamil propuso realizar incursiones rápidas con sus ágiles y veloces destructores, atacando puertos de la costa Este de los Estados Unidos (Nueva Orleans, Miami, Charleston, Nueva York o Boston).

Dada la reducida potencia de fuego de los destructores, estos ataques no habrían tenido la finalidad de causar daños o bajas significativas en los puertos atacados, sino de crear un estado de alarma que hubiera forzado a parte de la escuadra estadounidense a volver para defender sus propias costas. De este modo, se habrían igualado las fuerzas navales de ambos contendientes en Cuba.

Seguro que pesó en la postura de Villaamil el conocimiento de que el puerto de Nueva York, al igual que la mayoría de los de Estados Unidos, carecía prácticamente de defensas militares. Hecho que hace notar en su libro «Viaje de circunnavegación de la corbeta Nautilus»:

 

 

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De una u otra forma, estos planes no fueron ejecutados, tal vez por la oposición del almirante Cervera, que optó por que todos los buques permaneciesen en puerto.

 

 

De este modo, la flota española permaneció atracada en el puerto de Santiago de Cuba, situación que fue estratégicamente aprovechada por la flota estadounidense, que se sitúo ante la angosta bocana del puerto de Santiago esperando la salida de la escuadra española. El puerto de Santiago pasó de ser un refugio para la flota española, para convertirse en una auténtica ratonera, ya que la estrecha bocana del puerto sólo permitía a los barcos salir de uno en uno, mientras toda la flota estadounidense esperaba fuera. En esta situación Villaamil propuso lanzar un ataque nocturno por sorpresa con torpedos con los dos destructores que le quedaban (el Terror había sufrido averías antes de llegar a Santiago de Cuba, por lo que regresó a Puerto Rico). Pero su idea fue nuevamente desestimada.

Esta situación se mantuvo hasta que el 2 de julio de 1898 el capitán general Ramón Blanco y Erenas ordenó a Cervera abandonar el puerto ante la inminente ocupación de la ciudad por las fuerzas terrestres estadounidenses y el consiguiente peligro de captura de los barcos. En ese momento, toda la flota estadounidense esperaba ya ante la angosta bocana del puerto de Santiago la salida de la escuadra española.

 

 

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Jefe y comandantes de la escuadrilla de destructores y torpederos en Santiago de Cuba. De pie y de izquierda a derecha: D. Claudio Alvargonzález, comandante del torpedero Azor; D. Manuel Somoza, comandante del Ariete; D. Francisco Arderius, ayudante secretario del jefe de la escuadrilla; D. Antonio Rizo, comandante del torpedero Rayo. Sentados y de izquierda a derecha: D. Francisco de la Rocha, comandante del destructor Terror; D. Fernando Villaamil, jefe de la escuadrilla; D. Pedro Vázquez, comandante del destructor Plutón; D. Diego Carlier, comandante del destructor Furor. Fuente: Sitio web de la Guerra Hispano Americana en Puerto Rico.

La noche del 2 al 3 de julio, los estadounidenses intentaron hundir el carguero Merrimac en la bocana del puerto de Santiago de Cuba para bloquearlo e impedir que la flota española pudiera salir del puerto. Las baterías terrestres del puerto le dañaron seriamente y le dejaron sin gobierno. Fue hundido por los disparos y los torpedos de los cruceros Vizcaya y Reina Mercedes y el destructor Plutón sin lograr su objetivo de obstruir la entrada del puerto.

 

La batalla naval de Santiago de Cuba

 

Cervera, convencido de la inferioridad material de su flota, pensaba que si salía al combate en mar abierto, perdería todos sus buques y hombres.

El Jefe de Estado Mayor de la escuadra española, el capitán de navío Joaquín Bustamante propuso al almirante Cervera una salida nocturna escalonada. El principal punto de débil de los destructores era su débil blindaje, su principal punto fuerte la velocidad y su principal arma los torpedos, que por entonces tenían una carrera de unos 100 o 200 m. Un destructor no podía acercarse a plena luz del día a un crucero acorazado fuertemente artillado hasta tan poca distancia para dispararle un torpedo. Pero por la noche sí era factible hacerlo sin ser rápidamente visto y acribillado. Además, ante la fuerte desproporción de fuerzas existente a favor de los estadounidenses, una salida nocturna podría dar la oportunidad de que ante el desorden de una batalla y la escasa de visibilidad de la noche algún barco español lograra escapar, evitando así la pérdida total de la escuadra. Sin embargo, al igual que la propuesta de Villaamil, la idea de Bustamente fue desestimada.

Cervera decidió salir a primeras horas del día siguiente, el 3 de julio, navegando hacia el oeste y pegado a la costa para salvar el mayor número de vidas posibles. Esta decisión era, militarmente hablando, la peor de todas las posibles, pues probablemente una salida nocturna o en un día de mal tiempo hubiese sido más adecuada. Además, la estrechez del canal de salida del puerto obligó a los barcos a salir de uno en uno.

 

Siguiendo las órdenes especificadas por Cervera, los buques españoles zarparon en orden decreciente de tamaño y potencia de fuego. Así, la escuadra española salió de puerto encabezada por el buque insignia Infanta María Teresa (en el cual se encontraba embarcado el almirante Cervera). A continuación salieron el Vizcaya, el Cristóbal Colón y el Almirante Oquendo, que se alejaron intercambiando disparos a larga distancia. Todos dejaron el puerto a intervalos demasiado largos y siguiendo la misma ruta.

Cervera dirigió a su buque insignia, Infanta María Teresa hacia el buque estadounidense más cercano, el USS Brooklyn. Al observarlo el Comodoro Schley, que se encontraba a bordo del Brooklyn, ordenó al Brooklyn que diera media vuelta y se alejara para evitar un hipotético intento de espoloneamiento. Al comprobar que el Infanta María Teresa no intentaba dicha maniobra, sino huir, ordenó al Brooklyn regresar a la posición original, momento en el cual estuvo a punto de colisionar con el USS Texas.

Los buques estadounidenses pudieron rodear y cañonear todos a la vez al Infanta María Teresa, que fue atacado en desigual batalla de un único buque contra una escuadra entera.

A continuación, los estadounidenses hicieron fuego sobre el Almirante Oquendo.

 

 
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La escuadra española saliendo del puerto en la batalla naval de Santiago de Cuba.

 

 

Los últimos barcos en abandonar el puerto fueron los pequeños y rápidos destructores de Fernando Villaamil, Furor y Plutón, que se hundieron rápidamente tras ser alcanzados por el potente fuego de la flota estadounidense.

Una vez hundidos los destructores, la escuadra estadounidense perseguió al Vizcaya hasta acribillarlo. Su capitán lo encalló en las rocas cerca de Aserradero. Después de que los supervivientes fueran rescatados por el acorazado estadounidense USS Iowa, se produjo una potente explosión en el Vizcaya.

 

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El crucero protegido Vizcaya explota tras ser acribillado en la batalla de Santiago de Cuba.

 

El Cristóbal Colón, la unidad más rápida y moderna de la flota española, se alejaba a toda máquina. Y hubiera quizá escapado, hasta que se le agotó el carbón inglés de alta calidad y debió proseguir viaje con carbón cubano, de inferior calidad. Esto le hizo perder sustancialmente velocidad y la ventaja obtenida hasta el momento. Pese a que no recibió grandes daños gracias a su blindaje, su comandante, al ver que no podía escapar, decidió embarrancarlo.

Hay que decir que los estadounidenses pensaron que la actitud del Cristóbal Colón de huir sin siquiera combatir era debida a la cobardía. Sólo después de la batalla supieron que el barco estaba desarmado, ya que no había recibido su artillería principal, y por lo tanto poco podía hacer.

Los grandes cruceros acorazados y los cruceros protegidos, tras ser alcanzados por el fuego enemigo aguantaban bastante tiempo a flote antes de hundirse. Todos ellos se dirigieron hacia la costa para embarrancar, por lo que todos sus mandos y muchos de sus oficiales y marineros sobrevivieron a la batalla.

 

 

 

La muerte de Fernando Villaamil

Por el contrario, los pequeños destructores se hundieron poco después de ser alcanzados. Se cree que Villaamil habría muerto intentando subir a la torreta del cañón de proa del destructor Furor para disparar contra los estadounidenses. Poco después un proyectil provocó la explosión de la sala de calderas del Furor, que se partió por la mitad y se hundió inmediatamente lejos de la costa.

Falleció una parte importante de sus tripulantes, incluido Villaamil, que de este modo fue el militar de mayor graduación caído en la batalla —junto con el también capitán de navío Juan Bautista Lazaga Garay, que se suicidó al mando del crucero Almirante Oquendo—.

Los cadáveres de Fernando Villaamil y de la mayoría de los tripulantes de su barco nunca fueron recuperados.

 
 
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El destructor Furor.

 

Algunas conclusiones

 

La escuadra española, sin su armamento totalmente instalado y probado, fue enviada a una guerra perdida de antemano por unos dirigentes políticos que conocían la superioridad del enemigo, pero optaron por no enfrentarse a una población que había sido convencida del triunfo por una prensa irresponsable y sensacionalista y que no habría permitido que el ejército no actuara ante un ataque contra el territorio nacional. Pues Cuba no era considerada una colonia, sino una provincia más del país. El almirante Cervera y sus subordinados estaban resignados a ir —obedeciendo el mandato del gobierno de la nación— a una guerra perdida de antemano y en la que probablemente morirían.

La batalla naval de Santiago de Cuba supuso para España un total de 343 muertos en combate, 151 heridos y 1.889 prisioneros por el enemigo, además de la pérdida completa de toda la flota. En el momento exacto en que se produjo la batalla, el gobierno de la nación —que presidía Práxedes Mateo Sagasta— se encontraba ocioso asistiendo a ver una corrida de toros, que era el equivalente social de la época a lo que actualmente es ir a ver a un partido de fútbol.

La guerra hispano-estadounidense se produjo en un momento histórico de cambio drástico en la tecnología y la guerra naval, marcado por el final de los barcos de vela con casco de madera (que se había producido pocos decenios antes) y su reciente sustitución por la era de los acorazados y destructores que alcanzaría su esplendor y su final en la II Guerra Mundial. Los almirantes de la vieja escuela que dirigían el ministerio de Marina español no tenían, salvo unas pocas honrosas excepciones como los almirantes Antequera y Rodríguez Árias, una mentalidad abierta a las propuestas y puntos de vista de los oficiales más jóvenes, más adaptados a la nueva realidad. Este hecho favoreció a una armada joven y de reciente creación, como la de EE.UU., sin apenas experiencia previa pero, precisamente por ello, más abierta a las innovaciones y cambios tecnológicos.

 

La decisión de Cervera de salir a pleno día y pegado a la costa sólo se explica desde el punto de vista humanitario para reducir el número de víctimas en la batalla. Lo cual presupone que Cervera daba por perdida la batalla antes de iniciarla. Esta forma de pensar coincide con su decisión inicial de evitar enfrentarse a la escuadra estadounidense y esperar resguardado en el puerto. Esta decisión de esperar en puerto resultó, además de inocente, indudablemente errónea y contraproducente, pues de todos modos tuvo que acabar enfrentándose a la flota estadounidense, pero en una situación infinitamente más desventajosa que en una batalla en mar abierto, al tener que salir del puerto de uno en uno. Además, la distancia entre unos barcos y otros fue excesiva, y resulta bastante discutible el orden que eligió de salida de los barcos.

A pesar de los esfuerzos de Fernando Villaamil y de Joaquín Bustamente, los destructores fueron incorrectamente usados por Cervera.

 

 
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Santiago de Cuba se rindió el 16 de julio. Cifras conservadoras estiman los fallecidos en la campaña, que culminó con la toma de Santiago, en alrededor de 600 por la parte española, 250 por la estadounidense y 100 por la cubana. Pero los cubanos no fueron tratados como se merecían, ya que a pesar de que la guerra fue ganada, principalmente por el apoyo de los mambises, el general estadounidense Shafter impidió la entrada victoriosa de los cubanos en Santiago de Cuba bajo el pretexto de «posibles represalias».

 

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Restos del crucero protegido Vizcaya tras la batalla.

 

Finalizada la guerra y destruida totalmente la Armada española, existía el temor de que Estados Unidos atacara con fuerzas navales plazas costeras como San Sebastián, Bilbao, Santander, Gijón, La Coruña, Ferrol, Vigo, Cádiz, Málaga, Cartagena, Alicante, Valencia, Tarragona o Barcelona. Afortunadamente, estos ataques nunca se produjeron. Pero si Fernando Villaamil hubiera atacado Nueva York (aunque habría sido de forma más simbólica que dañina, dada la escasa potencia de fuego de sus pequeños destructores), estos ataques vengativos probablemente habrían tenido lugar. Sin embargo, es evidente que el alto mando estadounidense desde los inicios tenía el teatro de guerra focalizado en el ámbito de sus posibilidades y ventajas comparativas de aquel momento.

 

 

Homenajes

 

El funeral de Madrid en 1898

 

El 21 de julio de 1898 se celebró un funeral de carácter privado en honor a Fernando Villaamil en la iglesia pontificia de San Miguel en Madrid al que asistió su hermano Domingo en representación de la familia y que fue oficiado por el padre Acevedo. La asistencia fue multitudinaria y acudieron representantes de todas las instituciones del Estado, entre los que cabe citar:

  • El almirante Guillermo Chacón Maldonado en representación de la Reina Regente Dª. María Cristina de Habsburgo-Lorena.
  • El almirante José María Beránger y Ruiz de Apodaca, ex-ministro de Marina.
  • El almirante Segismundo Bermejo y Merelo, ex-ministro de Marina.
  • El general Marcelo Azcárraga Palmero, ex-presidente del Consejo de Ministros.
  • El almirante Ramón Auñón y Villalón en calidad de ministro de Marina. Como ministro había hecho caso omiso y guardado en un cajón el plan de operaciones basado en los destructores que le entregó Fernando Villaamil al inicio de la guerra. Y además había participado en la decisión de enviar la flota del almirante Cervera a Cuba, a pesar de la cuestión plateada por el propio Cervera desde Cabo Verde solicitando regresar para proteger Canarias al prever la pérdida inútil de la flota en Cuba y entender que en Canarias su flota podría tener una mayor utilidad. También apoyó la orden del capitán general Ramón Blanco de sacar la flota del puerto de Santiago de Cuba como «una cuestión de honor» por preferir la derrota a la rendición. Este concepto del honor provocó la muerte inútil y evitable de Fernando Villaamil y de cientos de compatriotas en Cuba, mientras él permaneció cómodamente en Madrid.
  • El académico y ex-ministro Alejandro Pidal y Mon, conocido como el zar de Asturias ya que según las crónicas de la época desde su quinta de veraneo sn Somió (Gijón) se amañaban los resultados de todas las elecciones en Asturias. Parece que era él, junto con el gobierno de Práxedes Mateo Sagasta, quien estaba detrás de todos los abusos y desafueros que se habían cometido en las elecciones a Cortes de 1881 en el partido de Castropol para amañarlas contra Fernando Villaamil.
  • José María Celleruelo y Poviones, diputado por Oviedo, acudió en representación de Asturias. Amigo de Emilio Castelar, en 1881 fue elegido diputado por Lérida. Y en 1884 fue elegido diputado por Asturias después de que la prensa regional informara de la llegada de Emilio Castelar a Asturias junto a Alejandro Pidal para «pasar una temporada en Somió» en julio de 1883. Revalidó su elección por Asturias un total de 11 veces consecutivas hasta su fallecimiento.
Por tanto, parece que la asistencia al funeral de Madrid fue un acto de cinismo social por parte de ciertas personalidades. Si bien, en muchos casos como el ministro de Marina su ausencia habría sido incomprensible.
 
 

El funeral de 1898 y el acto de homenaje de 1901 en Serantes

 

El día 22 de julio de 1898 se celebró en la iglesia de Serantes un solemne funeral por su eterno descanso, oficiado por el deán de Ciudad Real, Santiago Magdalena. Por entonces Fermín Villaamil ya había fallecido, y la familia más cercana a Fernando Villaamil estaba dispersa. La representación familiar la ostentaron los hermanos de Juana Cancio Menéndez de Luarca (esposa de Jesús Villaamil Lastra) Saturno y Máximo, primos segundos del difunto.

Tres años después, en septiembre de 1901 se celebró también en Serantes un solemne acto de homenaje al marino, que se materializó con la colocación en el atrio de la iglesia parroquial de una placa de fundición de bronce. En este caso estuvo presente Francisco Villaamil, hermano del homenajeado.

 

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Lápida de la iglesia de Serantes en recuerdo de Fernando Villaamil. A la izquierda, fotografía publicada en 1912 en un número extraordinario del periódico Castropol dedicado a Fernando Villaamil. A la derecha, la lápida en la actualidad.

La lápida fue costeada por Vicente Loriente Acevedo (1859-1939), fundador del Partido Independiente de Castropol, según se publicó en el diario Castropol el 10 de octubre de 1910.

 

 

El monumento y el acto de homenaje de 1911 en Castropol

 

El 24 de julio de 1911 se inauguró en Castropol un monumento a la memoria de Villaamil, obra del escultor Cipriano Folgueras. La construcción del monumento se sufragó por suscripción popular encabezada por la Reina Regente Dª. María Cristina de Habsburgo-Lorena. A continuación se muestra la crónica del acto de inauguración como fue publicada en el periódico El Nuevo Mundo:

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En el centro de la fotografía vestidos de paisano están Fermín Canella Secades, rector de la Universidad de Oviedo; Vicente Loriente Acevedo, uno de los principales mecenas del monumento, y Victoriano García de Paredes, presidente de la comisión Pro Monumento. A la izquierda de este último y de uniforme el contralmirante José Morgado, comandante general del Apostadero de El Ferrol; otro militar desconocido y Mario Acevedo, alcalde accidental de Castropol. Publicado en El Nuevo Mundo el 10 de agosto de 1911.

 

El homenaje y la lápida colocada en 1991 en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando

El 8 de marzo de 1991 tuvo lugar un acto de homenaje a Fernando Villaamil en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando (Cádiz) por iniciativa del Ayuntamiento de Castropol y con el apoyo del Instituto de Historia y Cultura Naval y varias asociaciones culturales.

El acto fue presentado por el capitán de navío Juan Vázquez-Armero Durán. Miguel Ángel Serrano Monteavaro leyó un elogio fúnebre. El acto terminó con una ofrenda floral a los caídos y el descubrimiento de una lápida instalada en la nave de poniente con la siguiente inscripción: «A la memoria del laureado capitán de navío don Fernando Villaamil y Fernández Cueto, nacido en Serantes-Castropol el 23-XI-1845. Creador del destructor, comandante de la “Nautilus”, publicista naval y diputado a Cortes, que gloriosamente entregó su vida en Aras de la Patria a bordo del destructor “Furor” en el combate naval de Santiago de Cuba el 3-VII-1898.»

Hay que lamentar que este homenaje quedara empañado por la deslealtad institucional del Ayuntamiento de Castropol de no contar para su organización, y ni siquiera invitar, también al Ayuntamiento de Tapia de Casariego, al que pertenece la parroquia de Serantes desde 1863. Esto es, prácticamente durante toda la carrera profesional de Fernando Villaamil en la Armada —que comenzó formalmente en 1861 al ingresar en el Colegio Naval de San Fernando, y de forma efectiva el 20 de junio de 1862 al ingresar en la escala activa de la Armada con el rango de guardia marina de 2ª— y 35 años antes de su fallecimiento en la batalla de Santiago de Cuba que se conmemora en la lápida. Pese a lo cual se permitieron escribir en la lápida Serantes-Castropol de manera cuanto menos tan inexacta como interesada. Hecho que presumiblemente fue realizado sin el conocimiento de la mayor parte del resto de los organizadores y participantes en el acto.

 

 

El monumento de 1998 en Tapia de Casariego

En el centenario de su muerte el ayuntamiento de Tapia de Casariego erigió un modesto monumento con lápida dedicada «A Fernando Villaamil y a los héroes de Santiago de Cuba [...]. Y a cuantos como ellos tienen al océano por sepultura» situado en la plaza del Campogrande junto al ayuntamiento. La lápida recuerda de este modo también a todos los desaparecidos en el mar, entre los que cabe recordar a los seis fallecidos del pesquero Ramona López que el 9 de noviembre de 1960 se quedó sin gobierno intentando entrar al puerto de Tapia, a los dos muertos en El Hórreo el 30 de septiembre de 1999, a los dos fallecidos el 9 de julio de 2002 en la lancha Nuevo Cacharelo y a los ocho muertos en el Siempre Casina el 22 de febrero de 2005; todos ellos fallecidos frente a las costas de Tapia y muchos de ellos desaparecidos en el mar.

 

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Aunque hay que precisar que la frase de la lápida de Tapia de Casariego es cuanto menos inexacta. Pues los restos mortales de un número no conocido de los marinos españoles que fallecieron en el combate naval de Santiago de Cuba sí fueron enterrados. El capitán estadounidense Evans, que estaba al mando del acorazado USS Iowa en la batalla naval, afirmó que «[…] ciento y pico cadáveres [de marinos españoles fallecidos en la batalla] arrojados por el mar a la playa fueron enterrados por orden de [el almirante] Sampson [que mandaba la escuadra estadounidense] en una sola e inmensa sepultura en forma de pozo, abierta cerca de la playa, en terreno arenoso. No se procedió a identificación alguna de los muertos. Sobre la tumba se plantó una gran cruz de madera hecha con restos de los barcos españoles». Además existe la certeza de que los supervivientes españoles también realizaron enterramientos en las playas cercanas a los lugares donde embarrancaron los buques de la escuadra del almirante Cervera destruidos en el combate. Se desconoce si el cadáver de Fernando Villaamil se encuentra entre los enterrados, pues el propio Evans afirma que los muertos no fueron identifcados y la fosa a la que se refiere y el resto de los enterramientos de las playas no han sido localizados.

 

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Pecio del Furor en la actualidad. Restos del mecanismo de mando en el puente.

 

 

 

 

La corbeta Nautilus en el puerto de Barcelona, fondeada cerca de la torre de Jaime I. Al principio del vídeo se ve al fondo la montaña y el castillo de Montjuic. «Ecole des Mousses» (escuela de las espumas) es el nombre de la escuela de marineros de la Armada Francesa. Por lo que parece que el vídeo muestra el adiestramiento de los aspirantes a marineros de la Armada Española a bordo de la Nautilus.



 
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«El 98». 1998. Serie de TVE sobre la guerra hispano-estadounidense y el desastre de 1898. El capítulo 5 trata sobre el inicio y desarrollo de la guerra hispano-estadounidense, el desastre de Cavite, la llegada a Cuba de la escuadra de Cervera y su estancia en la bahía de Santiago de Cuba. Y en el capítulo 6 se narra la batalla naval de Santiago de Cuba.

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«La última batalla del almirante Cervera». 1991. Capítulo 1.

 

 

 

 

 

 

«La última batalla del almirante Cervera». 1991. Capítulo 2. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

«La última batalla del almirante Cervera». 1991. Capítulo 3.

«Cuba 1898: la caída del imperio español». 1992. A partir del minuto 28:55 se explica la batalla naval de Santiago de Cuba.

 

 

 

 

 Por José Antonio Ocampo Aneiros.

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