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La Rebelión del Matoika: el desastroso viaje americano a los Juegos Olímpicos de 1920

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Amberes fue la sede de los Juegos de la VII Olimpiada de 1920, los primeros después de la Primera Guerra Mundial. La ciudad flamenca, junto con otras ciudades de Bélgica como Bruselas y Ostende, fue elegida como homenaje al sufrimiento y la valentía de los belgas durante la guerra. A pesar de que los Imperios Centrales (Imperio alemán, Imperio austrohúngaro, Imperio otomano y el Reino de Bulgaria) no fueron invitados al ser considerados los responsables de la contienda, los Juegos Olímpicos alcanzaron el récord de participación de la época, con 29 países y 2.626 deportistas, entre los que se encontraban los de los Estados Unidos.

Para 1920 el número de trasatlánticos cubriendo la ruta del Atlántico Norte empezaba a recuperarse tras la guerra y la gripe española, pero el número de barcos que llegaban a los puertos de la costa atlántica europea desde los Estados Unidos no alcanzaba el 40% de los que había antes de la Gran Guerra. Así que trasladar a la delegación americana a Europa no iba a ser fácil. En un movimiento inteligente, el presidente del Comité Olímpico Americano, Gustavus Kirby, había ofrecido ambos puestos de vicepresidentes honorarios al Secretario de la Guerra Newton D. Baker y al Secretario de Marina Josephus Daniels. Con esto, consiguió que el ejército y la marina asegurasen el transporte a Amberes no solo de los deportistas con rango militar, sino también a todos los deportistas civiles y a toda la comitiva que les acompañaba, ahorrándose unos 70.000 dólares de la época.

Ahora tenían que encontrar un barco para hacerlo. El elegido fue el USAT Northern Pacific, un trasatlántico botado 1914 que antes de la guerra operaba en la costa oeste de EE.UU. entre Astoria (Oregón) y San Francisco. Pero en mayo embarrancó en la entrada del puerto de San Juan (Puerto Rico) y a pesar de haber sido reflotado los daños en su casco lo obligaban a pasar por dique. Se pensó entonces en el USAT Buford, un veterano barco botado en 1890. Pero ni su tamaño era suficiente para todo el equipo olímpico ni su velocidad permitía llegar a tiempo a Amberes para la ceremonia inaugural. Además, su papel en la deportación a la URSS de 249 personas desde EE.UU. por sus ideas anarquistas o socialistas le había granjeado el apodo de “Arca Roja” y una mala imagen.

Así que la única alternativa posible era el USAT Princess Matoika, con toda una vida de servicio en sus cuadernas. Botado el 11 de septiembre de 1900 en Alemania en los astilleros AG Vulcan Stettin de Stettin (hoy en día Szczecin, en Polonia) y bautizado Kiautschou en honor de la colonia alemana en China, el buque era el mayor de la flota de la Hamburg America Line con 160 metros de eslora, 18 metros de manga y capacidad para 2.310 pasajeros. Alimentado por dos máquinas de vapor de cuádruple expansión que generaban 6.700 kW el Kiautschou alcanzaba los 15 nudos. En diciembre de 1920 navegó por primera vez entre Alemania y el Lejano Oriente. En 1904 el Kiautschou fue intercambiado por la Hamburg America Line con la North German Lloyd a cambio de cinco buques mercantes. Renombrado como Princess Alice, el trasatlántico continuó navegando entre Europa, América y el Lejano Oriente hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, cuando fue amarrado en el puerto neutral de Cebú, en las islas Filipinas.

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En 1917, tras la entrada en la guerra de los Estados Unidos, todos los buques alemanes en sus puertos locales o territoriales fueron capturados por los americanos. Renombrado de nuevo, ahora como Princess Matoika en honor de Pocahontas (uno de los sobrenombres de la india norteamericana era Matoaka, a veces escrito como Matoika), el barco se dedicó desde finales de 1918 al transporte de tropas entre Europa y América, llevando de vuelta a América en ocho viajes a 30.000 soldados vivos, pero también a 881 muertos en el último viaje antes de la aventura olímpica.

La fecha de partida de la expedición americana a los juegos tuvo que retrasarse del 20 de julio de 1920 a seis días después mientras se preparaba el barco para la expedición. Mientras tanto, los deportistas se concentraron en Nueva York esperando la partida. Finalmente, el 27 de julio, 230 miembros civiles o afiliados al ejército de la comitiva olímpica embarcaron en Hoboken a bordo del Princess Matoika, mientras los 101 miembros afiliados a la marina embarcaron lo hacían en el USS Frederick.

Los problemas en el Matoika empezaron nada más embarcar. Los mejores camarotes del viejo y oxidado transporte de tropas fueron ocupados por los oficiales del ejército, la prensa y los representantes del gobierno y el comité olímpico americanos. De todos los atletas embarcados, solo las 15 integrantes del equipo femenino de natación tuvieron un trato preferente. Los demás fueron colocados en tercera clase, sin espacio ni condiciones higiénicas suficientes. Además, aún apestaba al formaldehído de los cadáveres de los soldados estadounidenses repatriados por el buque. Las condiciones empeoraron cuando las escotillas y los portillos tuvieron que ser cerrados por la lluvia, unido a que los ventiladores no funcionaban. Los mareos eran habituales y algunos de los atletas con mejores marcas en los trials preolímpicos fueron llevados a la enfermería del barco para escapar del calor de tercera clase.

Las instalaciones de entrenamiento tampoco eran las ideales. Los fondistas podían entrenar dando varias vueltas a la cubierta del buque, pero los sprinters y los saltadores de vallas solo contaban con una pequeña pista de corcho de 65 metros de longitud. Los lanzadores utilizaban cuerdas para sus jabalinas, y aunque siempre apuntaban hacia el mar, a veces caían sobre la cubierta del barco poniendo en riesgo la salud de otros deportistas. La única instalación para los nadadores era una improvisada piscina de lona de agua salada de 5 por 3 metros, colocada en la cubierta inferior, que se rompió al llenarse por primera vez. Una vez reparada, los nadadores solo podían practicar sujetados por una cuerda al borde de la piscina. Para rematarlo, la comida a bordo, aunque en gran cantidad, era de baja calidad, preparada por cocineros y servida por camareros sin experiencia que solo habían cogido el trabajo para poder viajar a las olimpiadas.

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Los atletas decidieron hacer públicas sus quejas y redactaron un manifiesto en el que exigían, bajo amenaza de boicotear los juegos, mejores alojamientos en Amberes, un camarote para su viaje de vuelta y el pago del billete de tren de vuelta a sus hogares desde Nueva York, y repartieron doscientas copias entre los miembros de la prensa y del Comité Olímpico Americano. Aunque los miembros del gobierno americano embarcados intentaron frenar la declaración acusando a algunos atletas de “bolcheviques”, entre 150 y 200 de los 230 deportistas embarcados firmaron el manifiesto. A pesar de sus quejas, las condiciones en Amberes no mejoraron y los atletas fueron alojados en las aulas de un colegio de la Rue Oudaen en grupos de 10 a 30 personas. Aún así, la expedición americana a los juegos fue capaz de imponerse en el medallero con un total de 95 medallas (Suecia fue segunda con 64 y Bélgica, la organizadora, tercera con 42), 41 de ellas de oro.

El manifiesto de los atletas tuvo una gran repercusión en la prensa americana, y acabó forzando la reorganización del Comité Olímpico Americano al año siguiente. La situación de los deportistas en el Princess Matoika siguió siendo objeto de debate durante años, siendo bautizado como la Rebelión del Matoika por el escritor deportivo John Kieran en su libro de 1936 “La historia de los Juegos Olímpicos: del 777 a.C. al 1936 d.C”.

Por su parte, el Princess Matoika, tras el desastroso viaje a las Olimpiadas y una vez finalizado su servicio para las fuerzas armadas americanas, fue transferido a la United States Mail Steamship Line a principios de 1921 para cubrir la ruta entre Nueva York y Bremen. Su vida operativa duró algunos años más, cambiando de compañía y de nombre habitualmente. Así fue el President Arthur para la United States Mail a partir de 1922 y para la American Palestine Line después de 1925, y el City of Honolulu para la Los Angeles Steamship Company a partir de 1926 hasta 1930. Tras tres años de operación para la LASSCO un incendio consumió su superestructura el 25 de mayo de 1930 mientras estaba amarrado en Hawaii. Las inspecciones tras el incendio demostraron que su reparación iba a ser muy costosa, especialmente teniendo en cuenta las duras condiciones económicas del país inmerso en la Gran Depresión. El buque fue abandonado durante tres años en el puerto de Los Ángeles, en donde permaneció hasta que en 1933 fue trasladado a Japón para su desguace en Osaka.

Esta informacion pertenece al sitio web https://www.warhistoryonline.com

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