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Se inicia la Batalla del Atlántico - Submarinos de la 2da Guerra Mundial

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Se inicia la Batalla del Atlántico - Submarinos de la 2da Guerra Mundial
Una escuadrilla de U-Boote fondeada dentro de una base de la Marina alemana.

Se inicia la Batalla del Atlántico - Submarinos de la 2da Guerra Mundial

 

La tesis de quienes, al principio del conflicto, sostenían que la segunda guerra mundial sería económica e intercontinental más que europea, fue pronto confirmada

 
 
Para sobrevivir, Inglaterra, tiene necesidad de proteger su tráfico marítimo. Acciones de los submarinos alemanes para ahogar la isla en un cerco de hierro.
 
La tesis de quienes, al principio del conflicto, sostenían que la segunda guerra mundial sería económica e intercontinental más que europea, fue pronto confirmada por el hecho de que, mientras las hostilidades de tierra eran inexistentes, las hostilidades navales tuvieron comienzo desde el primer día y continuaron enérgicamente.
Diez horas después de la declaración del estado de guerra, el 3 de septiembre, a las 21 horas, una explosión destruye el vapor inglés de 13.500 toneladas “Atenía”, que hacía la travesía de Nueva York. Las víctimas suben a 112, de las que 28 son pasajeros americanos. La segunda guerra mundial tiene su “Lusitania” desde el primer día. El día siguiente, el “Völkischer Beobachter” lanza la acusación: es Churchill quien ha hecho hundir el “Athenía” con su ingenio explosivo, especulando vergonzosamente con la vida de 1.500 inocentes para crear un incidente entre Alemania y los Estados Unidos. Churchill, que acaba de reincorporarse a su puesto de 1914 como Primer Lord del Almirantazgo, protesta sin convencer del todo. Pero el “Völkischer Beobachter” miente. No ha sido Churchill sino el teniente de navío Lemp, comandante del submarino alemán U-30, quien ha hundido al “Athenía”. Pero para saberlo habrá que esperar a la documentación del proceso de Nuremberg. Sin embargo la Kriegsmarine lo niega de momento, falsifica el diario de a bordo, hace jurar el secreto a toda la tripulación e impone una sanción disciplinaria a Lemp, culpable de “haber abierto las hostilidades en el mar con el torpedeamiento de un mercante sin aviso previo” . El joven Lemp es, pues, el autor del primero de los 2.603 hundimientos que realizaron los U-Boote alemanes entre 1939 y 1945. Y es también el primero en abrir camino a la que se llamará Batalla del Atlántico.
Bastará poco tiempo para que el “delito” de hundimiento sin previo aviso se transforme en un “mérito” que puede granjear al autor la Cruz de Hierro. Realmente, al comienzo del conflicto los submarinos de la Kriegsmarine son pocos y técnicamente limitados. Sin embargo, su presencia es pronto advertida por la Marina británica. En los días siguientes muchos navíos son echados a pique. El segundo en caer es el “Royal Sceptre”, torpedeado por el U-48 del teniente de navío Schultze. Este, tras el hundimiento, se apresura a telegrafiar directamente a Churchill: “Hundido SS Royal Sceptre, posición XYZ. Ruego recojan tripulación”. La guerra como puede verse aún no se ha hecho “malvada”.
Pero el primer gran golpe lo consiguen los submarinos alemanes casi un mes más tarde en Scapa Flow, la más preparada base naval británica, considerada inviolable hasta aquel momento.
 
Desde el comienzo de la guerra entran en acción los submarinos alemanes. Un buque británico alcanzado por un torpedo lanzado desde un U-Boot al acecho.
Desde el comienzo de la guerra entran en acción los submarinos alemanes.
Un buque británico alcanzado por un torpedo lanzado desde un U-Boot al acecho.

LA JUGADA DE SCAPA FLOW

La base naval británica de Scapa Flow
La base naval británica de Scapa Flow

Historia de la resonante hazaña de los U-Boote

Está diluviando en la mañana del 17 de octubre de 1939 cuando, en la base naval de Wihelmshaven, entra el U-Boot 47 del comandante Günther Prien, con toda la tripulación formada sobre cubierta. Una enorme multitud se agolpa en todo el recinto del puerto, en las vecinas calles empavesadas de banderas y a lo largo de las avenidas que conducen al centro. En el muelle tocan tres bandas junto a la formación de la “Hitlerjugend”, bellas muchachas vestidas de blanco arrojan flores a las verdes aguas oleaginosas de la rada, y la gente aplaude frenéticamente.
Apenas el submarino – que lleva pintado sobre la tortea un gran toro blanco rampante – fondea en el dique número 2, el Gran Almirante Erich Raeder, comandante en jefe de la flota alemana, desciende de la tribuna de honor, atraviesa el muelle, sube solo a bordo, estrecha largo tiempo la mano de todos los oficiales y marineros, y prende en sus pechos la Cruz de Hierro.
“Un avión le espera para llevarle en seguida a Berlín con su Estado Mayor”, dice Raeder al comandante del U-47. “Esta tarde será recibido por Hitler en la Chancillería del Reich”.
 

El triunfo de Prien

 
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El Capitán Günther Prien, comandante del U-Boot
 que violó la bahía de Scapa Flow,
 festejando su regreso a la base.
 
Con esta solemne ceremonia, Alemania – que lleva mes y medio de guerra contra Gran Bretaña y Francia – saluda y recompensa a los submarinistas que ha forzado la base naval inglesa de Scapa Flow y echado a pique el acorazado “Royal Oak”, de 29.150 toneladas. Pero entre los autores de la hazaña no está presente el personaje principal, el espía de la Abwehr, servicio secreto alemán, que con sus excepcionales informaciones, fruto de un paciente trabajo de años y años, ha indicado al U-47 de Günther Prien el camino de entrada en el protegido cubil de la flota británica.
Scapa Flow – una triste y desolada ensenada de 20 kilómetros de largo y 14 kilómetros de ancho, a 60° de latitud este – se encuentra en la isla Pomona, en el archipiélago de las Orcadas, al norte de la punta extrema de Escocia, de la que está separada por un brazo de mar que se llama Pentland Firth. Esta gran bahía, refugio segurísimo de la Royal Navy, está protegida, naturalmente, por una corona de escollos e islotes, muy cercanos unos a otros, y los canales que forman están bloqueados con barreras, pontones, redes antisubmarinos y cascos de barcos hundidos. Desde hace más de setenta años los ingleses han hecho de Scapa Flow el eje de su estrategia naval contra Alemania. Desde ese punto los navíos de guerra británicos dominan tanto el acceso al Mar del Norte como las grandes rutas del Atlántico. Cuando quieran, pueden imponer a Alemania un bloqueo naval tan riguroso que la ahogaría. A más de mil kilómetros de las bases alemanas, las Orcadas están casi siempre envueltas en las densas y gélidas nieblas del norte; huracanes de viento y nieve que barren con gran violencia la zona la protegen de cualquier desagradable sorpresa del adversario. Los aviones de reconocimiento alemán rara vez se arriesgan a fotografiar Scapa Flow. Los bombarderos, aunque tengan la suficiente autonomía para llegar a la base, atacarla y regresar, suelen verse obstaculizados por el mal tiempo y la escasa visibilidad. Los cazas y los antiaéreos ingleses los tienen a su merced.
Por estos motivos, ya durante la primera guerra mundial los submarinos alemanes habían intentado, por dos veces, penetrar en Scapa Flow. En octubre de 1914, el U-18 de von Henning, escondiéndose en la estela de un mercante inglés, había podido llegar a uno de los accesos de la base, pero la bahía estaba desierta porque la flota había salido al mar (o, como se dijo después, se había alejado a toda prisa apenas se enteró de que los alemanes trataban de penetrar en Scapa Flow). En 1918 también el U-116 de von Emsmam, que había intentado hacerlo, había sido echado a pique con toda su tripulación.
Cuando Canaris, futuro almirante y jefe de la Abwehr, fue nombrado a principios de 1926 comandante de la sección “A-11 Marina” en el ministerio de Defensa, con orden de fortalecer el servicio de espionaje, su primer pensamiento fue para Scapa Flow. Aquella bahía escocesa era para él, marino de profesión, no sólo uno de los objetivos del servicio secreto como corazó vulnerable de la flota inglesa, sino también el símbolo de la derrota alemana. Allí, después del armisticio de 1919, fue llevada la flota alemana de ultramar, y allí, para no sufrir la humillación de la derrota, los marinos de von Reuter hundieron sus propios acorazados y cruceros.
 
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El U-47, al regresar de su hazaña de Scapa Flow, es vitoreado por la tripulación del crucero “Emden”.

Comienza la “Operación Baldur”

Como ha demostrado la experiencia transcurrida, sólo hay un modo de introducirse en Scapa Flow: penetrar con un submarino. Pero, ¿por qué camino? Ciertamente – piensa Canaris – debe haber un punto débil en la férrea defensa de la bahía y, en tal caso, únicamente un espía podrá descubrirlo.
Fue así como, aquel mismo año, comienza la “Operación Baldur”, nombre cifrado del ataque a Scapa Flow. Ante todo hace falta un hombre idóneo, y la elección de Canaris recae sobre un ex oficial de marina, Alfred Wehring, que ha servido al emperador a borde del Admiral Hipper. Quincuagenario, moreno, de mediana estatura, el capitán Wehring es un hombre simpático, culto y de carácter solitario, que nunca ha querido casarse. Aunque nacido en Hannover, Wehring ha vivido siempre en el mar. Físicamente más parece español que alemán. Este oficial ha trabajado ya, durante la primera guerra mundial, para el servicio secreto de la marina, y su ficha lo caracteriza como “excelente oficial, escrupuloso, muy atento, agudo observador”. Licenciado al final de la guerra, ha estado empleado como contable en una pequeña fábrica de relojes propiedad de un tío suyo. En 1921, vuelto al servicio activo, ha estado encargado también de una investigación reservada sobre los equipos navales franceses. En 1925, cambiando su nombre por el de Karl Müller, se ha convertido en corredor de relojes de una conocida fábrica alemana y en dos años ha recorrido Francia a lo largo y a lo ancho. Sus informes mensuales a la empresa contienen – en cifra – interesantísimos datos sobre tonelaje, armamento y tripulación de todos los nuevos barcos de guerra que están en construcción en los astilleros de Brest, El Havre y Marsella.
El día de Navidad de 1927 es supuesto Müller es llamado a Berlín al despacho de Canaris. La conversación con el jefe de la sección “A-11 Marina” se desarrolla sin testigos, pero en seguida se sabrá que el futuro “pequeño almirante” le ha encargado de una misión excepcional: encontrar a toda costa el modo de establecerse en la base naval de Scapa Flow y descubrir el secreto de las barreras que hacen inviolable a la bahía. Todas las noticias que Wehring, alias Müller, pueda recoger, las debe transmitir al dueño de un cafetucho de La Haya. De allí llegarán en seguida a Berlín.
En enero de 1928, el relojero Müller – con el nombre nuevamente cambiado por el de Joachim van Schüllermann – parte hacia Holanda. Esta vez el agente de Canaris es físicamente distinto del corredor que viajaba por Francia. Sus cabellos ya son rubios, lleva bigote, y gafas de gruesos lentes ahumados. A quien le pregunta el motivo, van Schüllermann cuenta que un grave accidente de coche le ha provocado una disminución de la vista. Wehring pasa un año en Holanda vendiendo despertadores y cronómetros y aprendiendo bien el oficio de reparador de relojes. Por fin, en 1929 pasa a Suiza, donde toma el nombre de Albert Oertel. Esta es la “cobertura” decisiva para el espía de Canaris. Cuando, en verano del siguiente año, el falso Albert Oertel abandona Ginebra y va a residir en Gran Bretaña, en las cercanías de Londres, está provisto de un normal pasaporte suizo. Su verdadera identidad está ya enterrada, y oculta a cualquier posible encuesta. Con increíble paciencia, el capitán Wehring espera otros dos años – continuando siempre con su trabajo de representante y reparador de relojes – hasta que en 1932 solicita la ciudadanía inglesa. Su petición es pronto aceptada. ¿Quién podría sospechar que es un espía esté pacífico caballero entrado en los sesenta años, tranquilo y digno, que centenares de personas ven todos los días inclinado sobre su mesa tras la vitrina de su negocio de Petham, cerca de Canterbury?
Y nadie sospecha de él cuando, en la primavera de 1933 (pocos meses antes Canaris ha sido nombrado jefe de la Abwehr, el servicio secreto alemán) el falso Oertel deja Londres y la Gran Bretaña, se va a Escocia y se traslada finalmente a Kirkwall – en la isla Pomona del archipiélago de las Orcadas, a pocas millas de la bahía de Scapa Flow – para abrir una tienda de relojes suizos y “souvenirs”.
En el pueblecito brumoso, Albert Oertel no tarda en hacerse popular. Es un hombre discreto, nada curioso, que habla bien aunque con un ligerísimo acento extranjero, y lleva una vida muy retirada. Todo su día lo pasa en el pequeño taller entre relojes y despertadores. Frecuenta regularmente la iglesia, no es avaro, y sólo se permite el lujo de algunos paseos por las cercanías, especialmente por las colinas que rodean la bahía de Scapa Flow, pero siempre acompañado de un muchacho. “Tengo la vista demasiado débil”, dice, “y no me atrevo a andar solo”. Todas las tardes hace un alto en la hostería del puertecito, donde bebe un par de cervezas en compañía de los pescadores y participa de buen grado en las largas discusiones sobre el mar, sobre excursiones de pesca y sobre la gente de los pueblos vecinos. Pero sobre todo, Albert Oertel escucha: escucha con aire indiferente, pero sin perderse una sola palabra, los relatos de los pescadores que con sus barcas llegan hasta la base naval de Scapa Flow a vender el pescado recién capturado o a organizar algún pequeño asunto de contrabando.
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Gráfico que representa el rumbo seguido por el U-Boot 47
 para llegar a la base británica de Scapa Flow

Una espera de doce años

Entre una frase y otra van saliendo van saliendo informaciones curiosas, e incluso interesantísimas. Por ejemplo, cómo traspasan los pescadores las barreras militares de acceso a Scapa Flow dejándose arrastrar por la corriente de marea alta, cómo logran evitar los campos de minas en toro al fondeadero de la flota, cómo distinguen a los centinelas sobre los canales que llevan al exterior de la bahía, y cómo se aprovechan de la niebla para acercarse a los islotes que circundan la base.
Por eso, todas las tardes, cuando vuelve a casa desde la hostería, el relojero atranca la puerta, corre las persianas y cortinas, enciende una potente lámpara, despeja la mesa de trabajo y extiende encima un gran mapa con la reproducción de la bahía de Scapa Flow: la gran ensenada en forma de pan de azúcar, la costa erizada de rocas inaccesibles, el canal Hoy Sound entre las islas Stromness y Hoy, el canal Hoxa Sound entre Switha y South Ronaldsay, y el canal Holm Sound entre Burray y la tierra firme de Pomona. Aquí las barreras de portones eléctricos, allí las redes antisubmarinos y los campos de minas, aquí las plataformas de los cañones, los proyectores y, al lado, las baterías antiaéreas.
Tarde tras tarde el mapa se llena de nuevos datos (sobre la posición de los navíos, los que salen y los que arriban, sobre la llegada de destacamentos de soldados) a los que Oertel añade los que él mismo ha descubierto con su aguda vista y su formidable memoria durante los paseos por las alturas que dominan Scapa Flow.
Pero hasta comienzos de septiembre de 1939, cuando apenas ha empezado la guerra, no logra el falso Oertel la información esperada por doce años. El 12 de septiembre, mediante la oficina de La Haya, informa a la “Abwehr”. El mensaje cifrado dice “Ha llegado el paquete. Espero una nueva partida dentro de este mes. Ruego confirmación”. Esto significa que el capitán Wehring ha descubierto un agujero en la coraza de hierro que protege Scapa Flow, y que por ese agujero podría pasar un sumergible. La entrada oriental de la base se llama Kirk Sound; es un estrecho y turbulento brazo de mar comprendido entre la costa rocosa de Pomona y el escollo arenoso de Lamb Holm. Un pescador, durante la acostumbrada velada en la hostería de Kirkwall, cuenta al relojero que este acceso a la rada de Scapa Flow está bloqueado con tres pontones, pero que éstos, impelidos por la impetuosa corriente, están bastante distanciados entre sí, de modo que los vapores más pequeños – como los dedicados al transporte de víveres – se arriesgan a pasar.
Dos días después, con el pretexto de un duelo en la familia (la muerte de su madre), Albert Oertel deja Kirkwall, llega a Londres en tren y desde allí, con otra inocente carta en la que se habla de relojes que hay que adquirir y otros que han quedado sin vender, describe minuciosamente la posibilidad de entrar en la base por el Kirk Sound.
Pocas horas más tarde el almirante Canaris está al corriente e informa de todo a Doenitz, comandante de los submarinos. La “Operación Baldur” puede comenzar. Hacia la mitad de septiembre, el mando de submarinos alemán envía a las cercanía de Scapa Flow al U-14, un pequeño sumergible del tipo Einbaum, de 279 toneladas, para que estudie los sistemas de vigilancia, las corrientes y cuanto pueda ser útil a la operación. Y aprovechando un día de tiempo espléndido, los aviones de reconocimiento de la marina sobrevuelan las Orcadas por la tarde del 12 de octubre y fotografían varias veces el Kirk Sound, identificando con claridad la posición de las naves hundidas en el canal y comprobando la presencia en la bahía de un portaaviones, cinco acorazados y diez cruceros. A principios de octubre, Doenitz se decide: un U-Boot intentará entrar en Scapa Flow. Sólo necesita una noche sin luna, como la que llegará entre el 13 y el 14 de octubre, cuando también el estado del mar será totalmente favorable.
Doenitz escribe al Gran Almirante Raeder: “Sostengo que, navegando en superficie entre las dos mareas, se puede pasar sin más”. Y Raeder firma la orden de ataque. Doenitz escoge al hombre para esta hazaña, el teniente de navío Günther Prien, de treinta y un años, que ingresó en la marina de guerra en 1933. El U-47 de Prien parte de Kiel la mañana del 8 de octubre hacia el Mar del Norte. Es un submarino de 66 metros de largo y 4,70 metros de ancho, del tipo VII B, desaloja más de 750 toneladas en superficie, y además del armamento antiaéreo lleva un cañón de 88 mm. Y cinco tubos lanzatorpedos. Puede alcanzar una velocidad de 17 nudos en superficie y 8 nudos en inmersión. La tripulación, comprendido el comandante, es de 44 hombres, convencidos de salir a unas maniobras.
En la mañana del 12 de octubre el sumergible está a la altura de las islas Orcadas, pero el cielo está cubierto y el oficial de derrota no puede echar el punto. Prien ordena la inmersión y hasta la noche espera posado en el fondo a 90 metros. Sólo entonces revela a sus hombres el verdadero objetivo de su misión.
 

De cuatro torpedos sólo explota uno

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El acorazado británico “Royal Oak”, Será hundido por los torpedos
 del U-Boot 47 con 786 hombres de la tripulación.
Cuando emerge, puede por fin echar el punto y comprobar la exactitud del rumbo. El U-47 se encuentra al sudeste del Kirk Sound, y vuelve a posarse en el fondo, donde permanece 16 horas. A las 19.00 del 13 de octubre emerge de nuevo tomando rumbo nordeste. El cielo está nuevamente cubierto, y al norte resplandece la aurora boreal.
A las 23.07, al oeste de South Ronaldsay Island, los vigías alemanes avistan en el horizonte un barco mercante inglés. El U-47 se sumerge continuando el rumbo a profundidad de periscopio durante media hora, y luego sale otra vez a superficie para entrar en el Kirk Sound. Maniobrando con gran habilidad entre la costa rocosa (tan cercana que pudieron ver a un hombre pasar en bicicleta por la senda costera) y el casco de uno de los pontones de barrera. Prien penetra en la bahía de Scapa Flow.
Es medianoche, la visibilidad es excelente, y el U-47 apunta hacia las islas de Cava, Fara y Flota, pero en el ángulo sudoeste de la bahía no hay navíos fondeados porque el grueso de la flota ha partido el mismo 13 de octubre. Prien da la vuelta dirigiéndose a la costa septentrional, y descubre dos grandes navíos anclados y varios destructores. Ha llegado el gran momento.
Hacia la una el submarino lanza sus torpedos, Son de propulsión eléctrica y permanecen invisibles durante la carrera sumergida, porque no produce burbujas de aire. Uno sólo de ellos toca en la proa al “Royal Oak”; los otros no explotan. Sorpendidos en el sueño, los marineros ingleses piensan en un ataque aéreo, pero no viendo aviones creen que el estallido es debido a una explosión interna, pues los daños son insignificantes.
También Prien, que ha tomado ya el rumbo de regreso, se da cuenta de que los navíos enemigos están casi indemnes, y decide dar la vuelta. Se acerca aún a 1.500 metros del objetivo y lanza una segunda salva de torpedos, tres de los cuales enfilan de lleno al acorazado. Es la una y media, y el “Royal Oak” (un acorazado de la clase Resolution que había entrado en servicio en 1916, habia participado en la batalla de Jutlandia y habia sido modernizado en 1934) se hunde rápidamente. En su casco volcado mueren 786 hombres, entre marineros y oficiales, comprendido el contraalmirante H. E. C. Biagrove.
Cumplida la misión, el U-47 vuelve al mar abierto por el mismo camino y dirige la proa hacia Alemania.
No está clara la suerte del capitán Wehring. Según una versión, aquella misma noche el falso relojero se alejó de Kirkwall pero siguió algunos meses en Gran Bretaña hasta que logró poco antes de la invasión de Holanda (mayo de 1940), llegar a Alemania. Según otros – pero el diario de navegación de U-47 no lo menciona – el comandante Prien, que sabía de la existencia del espía, antes de abandonar Scapa Flow emergió y, con un bote de goma, recogió a Wehring, que le esperaba en un punto predeterminado en la costa del Kirk Sound, llevándoselo a Wilhelmshaven. Lo cierto es que inmediatamente después del ataque a la base inglesa, el relojero desapareció de Kirkwall. Al día siguiente, cuando los vecinos, alarmados por su prolongada ausencia, en el alojamiento del falso Oertel, encontraron en la mesa un horario del ferrocarril abierto, con una señal de lápiz rojo junto al tren que partía para el sur de Inglaterra. Sobre la mesilla de la alcoba había algo de dinero. Una nota explicaba que era para la sirvienta.
Por ello más de uno pensó que el relojero había tenido que salir inesperadamente. Sólo al final de la guerra fue posible saber por los archivos del Tercer Reich que el tranquilo Albert Oertel era en realidad un espía alemán.
En cuanto al U-47, después de su regreso a Wilhelmshaven reanudó las misiones habituales. Pero en 1941, sumergido bajo el ataque del destructor inglés “Wolverine”, al sur de Islandia, el submarino no volvió a la superficie, desapareciendo bajo las olas junto con su comandante
Esta informacion pertenece al blog https://www.elsnorkel.com/
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Que interesante siempre leer estas historias.. y de como se las ingeniaban de aquella para pasar información, ser espías en paises enemigos, poder convivir entre la eterna duda de que algún día te pueden pillar...   y sobre todo, echarle un par para meterse en la "boca del lobo" de esa forma, poquito a poco sin muchos atrancos y no ser divisado por nadie en ese gran estanque de Scapa Flow!!! 

 

Había una película  muy antigua sobre la hazaña de Priem, rodada en España,  recuerdo verla en algún enlace de la red...

 

FOTO-2.jpg

 

Fte.  https://www.puentedemando.com/u47-comandante-prien-pelicula-rodada-en-cartagena/

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