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El Calypso del comandante Cousteau, un símbolo del siglo XX de la exploración submarina y la conciencia medioambiental

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Si existe un barco icónico para los que fuimos niños en los años ochenta ese es el Calypso. El barco del comandante Cousteau nos trasladaba cada tarde a través de la televisión a lugares remotos de nuestro planeta. Cada viaje era una aventura. Cada descubrimiento era un tesoro. Durante más de 40 años el Calypso recorrió el mundo investigando, explorando y finalmente creando conciencia medioambiental, en una serie de viajes que quedaron para siempre en nuestras mentes y nuestros corazones.

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Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos mantuvo una posición de neutralidad y aislacionismo para evitar involucrarse en otra «guerra europea». Sin embargo, esta neutralidad comenzó a romperse después de la rápida victoria de Alemania en Polonia. El gobierno estadounidense aprobó la Ley «Cash and Carry» que permitía la venta de armamento y otros bienes a países beligerantes siempre que pagaran en efectivo (cash) y se hicieran responsables del transporte (carry), lo que facilitó la compra de material bélico por parte de Francia y el Reino Unido.

La caída de Francia en el verano de 1940 y el temor a una invasión de Inglaterra llevó a un nuevo paso adelante del gobierno de Roosevelt, cerrando un acuerdo para el intercambio de cincuenta destructores “sobrantes” de la US Navy a la Royal Navy y la Royal Canadian Navy a cambio de la instalación de bases estadounidenses en Terranova, Nueva Escocia, las islas Bermudas y otros puntos del Caribe bajo dominio británico. Los destructores ayudarían en la defensa del Canal de la Mancha y como escolta de los convoyes de abastecimiento en el Atlántico bajo la amenaza de los submarinos nazis. 

Con casi un pie y medio en la guerra, los EE.UU. firmaron en marzo de 1941 la ley de Préstamo y Arriendo (oficialmente la Ley para Promover la Defensa de los Estados Unidos) por la cual los americanos suministraron alimentos, combustibles y material militar al Reino Unido, a la Francia libre, China y a la Unión Soviética a cambio de la creación de bases militares estadounidenses en el territorio de estos países durante la guerra. Entre los barcos suministrados a la Royal Navy bajo esta ley se encontraban los dragaminas de la clase BYMS.

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Entre 1941 y 1943 se construyeron 115 unidades de esta clase, aunque el que nos interesa en esta historia se fabricó en el astillero de la Ballard Marine Railway Company en la ciudad de Seattle en el estado de Washington entre agosto de 1941 y marzo de 1942. El HMS J-826, identificado solo por un código al igual que los demás barcos de su clase, era un dragaminas con casco de madera de pino de Oregón de 42 metros de eslora por 7,6 metros de manga, con un calado de 3 metros y un desplazamiento de 360 toneladas. En su interior dos motores diésel que sumaban 580 caballos (430 kW) movían dos hélices que desplazaban el buque a 10 nudos de velocidad.

Tras su entrada en servicio en febrero de 1943, el buque fue destinado al servicio en el mar Mediterráneo, con base en la isla de Malta, a donde llegó vía San Francisco, Freetown y Gibraltar en un viaje de 16.000 millas. Con una tripulación por 30 personas, los dragaminas de la clase BYMS se encargaron de limpiar el mar de minas mientras sufrían ataques tanto aéreos como navales. Durante la Segunda Guerra Mundial, tan solo se perdieron seis de estas unidades, todas ellas por explosiones de minas. El HMS J-826 participó en el asalto a las playas de Sicilia durante la Operación Husky, la invasión aliada a la isla italiana, la operación anfibia más grande de la Segunda Guerra Mundial hasta ese momento, limpiando la costa de minas para permitir el acceso a los buques de desembarco.

A la finalización de esta fue renumerado como BYMS 2026 y trasladado a la isla italiana de Taranto, pero tras ser dado de baja en el registro naval británico, fue devuelto en 1947 a los EE.UU., que lo pusieron en venta al igual que los demás dragaminas de su clase. El buque se mantuvo amarrado en Malta un par de años hasta que en mayo de 1949 el empresario Joseph Gasan se hizo con él con la intención de establecer un servicio de transporte costero local entre Marfa, en el norte de la isla de Malta, y Mġarr, en la isla de Gozo. Tras ser reformado en Sicilia, eliminando todo el equipamiento militar y modificando su popa, el BYMS 2026 era ahora capaz de transportar 11 automóviles y 400 personas. Pero BYMS 2026 no era un nombre comercial. Gasan necesitaba algo fácil de recordar y con gancho. Según la Odisea de Homero, el héroe griego protagonista estuvo retenido durante siete años en una isla por una ninfa que le prometía la inmortalidad si se quedaba con ella, aunque Odiseo prefirió volver a su casa en Ítaca. La isla era Ogigia, identificada por algunas hipótesis como Gozo. La ninfa, Calypso. El BYMS 2026 fue renombrado como Calypso G.

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El Calypso G solo estuvo en propiedad de Gasan durante cuatro meses. Cuarenta años antes había nacido en Saint-André-de-Cubzac (Francia) Jacques Yves Cousteau. A la edad de veinte años, el joven Jacques ingresó en la Escuela Naval de Brest tras finalizar sus estudios preparatorios en el Stanislas College de París, embarcándose en el buque escuela de la marina francesa Jeanne d’Arc, de donde salió convertido en oficial de artillería en 1933. Sus intenciones eran convertirse en piloto en la Aéronautique Navale, la rama de la aviación naval de las Fuerzas Armadas de Francia, pero la vida le tenía otro destino marcado.

En 1935 un accidente automovilístico en el que se rompió los dos brazos e incluso estuvo a punto de perder la vida acabó con Cousteau en Toulon para pasar su convalecencia y finalmente siendo asignado al viejo acorazado Condorcet, convertido en buque escuela. Allí conoció al explorador y pionero de la investigación submarina Philippe Tailliez, que lo introdujo en el deporte de la pesca submarina. Equipado con unas gafas subacuáticas Fernez, Cousteau quedó impresionado por la belleza de la vida submarina. En 1938 se unió a este dúo Frédéric Dumas. El trío que formaron, conocido como «Les Mousquemers», cambió para siempre el desarrollo de la investigación y la tecnología submarina. 

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La Segunda Guerra Mundial no frenó los avances en el campo del buceo. Junto con el alpinista y director de cine Marcel Ichac y con la ayuda de Léon Vêche, inventor de la primera cámara submarina, «Les Mousquemers» grabaron el documental “A 18 metros de profundidad” en las islas Embiez en Var, por el que recibieron el primer premio en el Congreso de Cine Documental. En 1943 durante el rodaje de la película “Naufragios”, el equipo utilizó los primeros prototipos de Aqua-Lung creados por la compañía Air Liquide siguiendo las instrucciones de Cousteau y Émile Gagnan. Este inventó representó el surgimiento del hombre rana, ya que permitía una autonomía total a los submarinistas al aplicar un regulador entre una botella de aire comprimido y los pulmones del buceador mediante una membrana flexible que se abría cuando el nadador aspiraba para obtener el aire. Hasta entonces, los buzos equipados con pesados trajes dependían de la provisión de oxígeno desde la superficie a través de largos tubos conectados a compresores. Durante los años siguientes, Cousteau trabajó constantemente en el perfeccionamiento de este equipo autónomo, rediseñando durante más de tres décadas sus diferentes partes: la máscara, las conexiones a los tubos de aire, las cargas de oxígeno, y hasta las aletas para conseguir mayor impulso.

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Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la marina francesa quiso aprovechar los conocimientos de buceo de Cousteau y organizó la búsqueda del pecio del barco romano Mahdia, naufragado en el siglo I frente a las costas de Túnez en el mar Mediterráneo. Esta fue la primera expedición arqueológica subacuática de la historia en la que se utilizaron los equipos autónomos diseñados por Cousteau y Gagnan. Un año después, Cousteau decidió abandonar la marina y organizar sus propias expediciones. Pero para ello, necesitaba un barco. Y no uno cualquiera. Necesitaba un barco de un tamaño adecuado para alojar equipos, laboratorios y tripulantes cómodamente, pero suficientemente pequeño para navegar en aguas costeras con comodidad. Y lo encontró en Malta. 

Mantenido en secreto durante la vida de Cousteau, hoy en día sabemos que la compra del Calypso fue financiada por el magnate de los negocios y filántropo Thomas Loel Guinness con tres condiciones: la primera, alquilaría el barco a Cousteau por un importe de un franco al año; la segunda, Cousteau no le pediría dinero en ninguna otra ocasión; y la tercera, el acuerdo debía mantenerse en secreto. La firma para la compra del Calypso se cerró el 19 de julio de 1950 en Niza. Guinness no sólo compró el Calypso, sino que también se hizo con un barco gemelo de éste, el BYMS-2137, en este caso para convertirlo en su yate privado con el nombre de Calisto, pero esa es otra historia. 

En las manos de Cousteau, el Calypso fue trasladado a la localidad de Antibes en la Costa Azul para su transformación en buque oceanográfico, como base para el submarinismo, la filmación de documentales y la investigación marina. Las obras en el barco, que se extendieron durante nueve meses, convirtieron al Calypso en una plataforma de exploración y de investigación submarina absolutamente única en su tiempo. Además de sistemas de ayuda para la navegación, el buque se equipó con laboratorios y otras instalaciones de investigación, equipamiento e instalaciones para los buzos, un pequeño helipuerto para operar con un helicóptero ligero, una cúpula de observación en la proa bajo el agua para la observación y filmación del fondo marino y una bodega para el transporte de dos minisubmarinos diseñados por el equipo de Cousteau: el SP-350 o Denise capaz de sumergirse hasta a 300 metros de profundidad con capacidad para uno o dos tripulantes y el SP-500 con una cota de inmersión de 500 metros.

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En 1950 los fondos oceánicos eran totalmente desconocidos para la mayoría de la población. Durante cuarenta años Cousteau y su equipo produjeron material para más de un centenar de películas y documentales para el cine y la televisión y más de cincuenta libros a bordo del Calypso, navegando del Polo Norte al Polo Sur por todos los océanos y mares del mundo. Su trabajo de divulgación del medio marino fue reconocido con la venta de más de cinco millones de ejemplares de su libro “El mundo silencioso” desde su publicación en 1953 gracias a su traducción a más de 22 idiomas, la Palma de Oro del festival de Cannes de 1956 y el Oscar al mejor documental de 1957 por el documental del mismo título (el primero de sus tres premios de la Academia). Pero fue la serie de televisión “El mundo submarino de Jacques Cousteau” lo que convirtió en una celebridad al explorador francés. Emitida entre 1968 y 1975, en ella la tripulación del Calypso exploraba los diferentes mares del mundo, entrando en millones de hogares y mostrando a los televidentes la riqueza, diversidad y complejidad del mundo submarino y la vida de los océanos.

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Durante este tiempo Cousteau no abandonó su faceta de inventor. Además de perfeccionar los equipos autónomos de submarinismo, desarrolló propulsores personales a hélice para que los buceadores pudieran desplazarse a mayor velocidad, probó innovadoras cámaras y flashes eléctricos submarinos inventados por Harold Edgerton, fabricó submarinos con forma de platillo volante para descender a mayor profundidad e incluso construyó los primeros hábitats de investigación submarina, los laboratorios Conshelf y Conshelf II. Lo que además desarrolló Cousteau con el tiempo fue un profundo sentimiento ecologista. Arrepentido de haber trabajado para la industria petrolera para financiar sus primeras expediciones, en 1973 fundó junto con sus familia la Sociedad Cousteau, una fundación dedicada a la protección de la vida oceánica, y desde la que denunció los devastadores efectos de la sobrepesca, se movilizó contra la energía nuclear y advirtió sobre los problemas medioambientales como la contaminación del mar. 

El premiado cineasta que no había estudiado cine, el más reputado oceanógrafo que no había estudiado ninguna carrera universitaria, el mayor investigador de la vida marina sin ser biólogo, el que simplemente se consideraba un explorador, falleció el 25 de junio de 1997 en París, dos semanas después de haber cumplido 87 años. La calle en la que se encuentra su casa natal en Saint-André-de-Cubzac fue renombrada como Rue du Commandant Cousteau en su honor, además de calles y plazas en Nantes, Le Havre o San Petersburgo entre otras. En Francia, en 2015 había 63 escuelas con su nombre y las Universidades de Bucarest (Rumania) y Chișinău (Moldavia) crearon cada una en 1991 una cátedra llamada “Chaire Cousteau”. 

Año y medio antes de la desaparición de Cousteau, el 8 de enero de 1996, mientras se encontraba amarrado en Singapur preparándose para una expedición por el río Amarillo, el Calypso fue golpeado por una barcaza del puerto. El golpe abrió una vía de agua por debajo de la flotación y el buque se hundió bajo cinco metros de agua del puerto. Hicieron falta 17 días y una gran grúa para sacar el barco a la superficie. Tras achicar toda el agua de su interior, el buque fue llevado a Marsella para su recuperación. Y de allí, al Museo Marítimo de La Rochelle en 1998.

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Tras la muerte de Cousteau y mientras el barco se deterioraba cada vez más en La Rochelle, se inició todo un proceso de disputas legales acerca de la propiedad del barco y su restauración, en las que se vieron involucrados su viuda Francine Cousteau, Loel Guinness, nieto del propietario original y Alexandra Cousteau, nieta de Cousteau y de su primera esposa, Simone Melchior, que finalizaron en 2005 con la venta del buque por un euro a la Sociedad Cousteau. Aunque el Calypso fue trasladado a los astilleros Piriou para su restauración, la cosa solo empeoró. La falta de financiación hizo imposible avanzar con los trabajos, y de nuevo las disputas legales entre el astillero y la propietaria del barco Francine Cousteau acabaron en los tribunales.

Aunque su legado perdurará como símbolo de la exploración submarina y la conciencia ambiental, el destino del Calypso parece incierto. Las últimas noticias del paradero del barco de Cousteau lo ubican en Turquía, en el astillero Aykin Marina, a donde fue trasladado en 2016. Pero parece que el proyecto está maldito, ya que en septiembre de 2017 un incendio que destruyó algunas de las zonas de madera ya restauradas. Tras este incendio no se sabe nada más del barco, no hay nuevas noticias ni tenemos conocimiento de cómo están los trabajos. El destino del Calypso parece estar ligado al de la ninfa que le dio nombre. Tras dejar marchar a Odiseo de vuelta a su hogar en Ítaca, la ninfa esperó su regreso durante largo tiempo en la playa, hasta que sucumbió a la tristeza y terminó muriendo. Esperemos que un nuevo Odiseo/Cousteau vuelva a Ogigia para salvar al legendario buque.

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Esta informacion pertenece al sitio web https://vadebarcos.net/
 

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Yo de pequeño tenía una colección de libros sobre las aventuras de Cousteau y su tripulación!!!  Recuerdo uno de ellos que era en el Mar Rojo, el Calypso pasando por el Canal de Suez..

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